La reina desnuda

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

EL CINE DE CAMPUSANO Y SUS LÍMITES

Luego de su sorprendente irrupción en el cine argentino de la primera década de este siglo, con un cine visceral que mostraba una realidad diferente de la que mostraban la mayoría de las películas, la obra de José Celestino Campusano parece haber ingresado desde hace años en una zona de irregularidad solo mensurable por sus propios límites: las actuaciones no profesionales, los diálogos sobreescritos y moralizantes, una sordidez excesiva de la que parece no haber escape. La dosis que aplica de cada cosa es lo que hace mejor o peor cada historia. Y si bien esto estuvo presente desde el vamos, los métodos de producción del director -capaz de filmar dos o tres películas por año en el lugar a donde lo convoquen- son los que le han dado a su cine una planicie estética en la que hay cada vez menos lugar para la sorpresa o lo disruptivo, y cada vez más para la reiteración de algunos vicios. Pareciera que, de película en película, Campusano mezclara situaciones y personajes salidos de un inventario propio que se va agotando.

En La reina desnuda, rodada en la localidad de Galvez, la protagonista es una mujer atravesada por diversas experiencias límites en su adolescencia, relacionadas con abusos y violencia masculina. Pero al contrario de lo que dicta el manual progresista, Campusano imagina que a Victoria, la mujer en cuestión, eso la llevó a forjarse un carácter bravo, lejos de la victimización, con el que lleva su sexualidad con absoluta libertad y confronta con los hombres, los machos, de una forma directa. En La reina desnuda, Campusano avanza con temas actuales como la violencia de género y el orden institucional como control -impotente- de una realidad que se impone abrumadoramente. Claro que bajo la lógica del cine del director, todos los vínculos están tocados por una violencia que se vuelve bastante asfixiante, contradiciendo en ocasiones lo que intenta decir con algo de torpeza. En verdad el problema es cuando esa búsqueda se apropia también de lo narrativo: la película va y viene en el tiempo, entre flashbacks que hablan de la adolescencia de la protagonista, pero lejos de lo expositivo el recurso se vuelve una herramienta para pensar la experiencia de Victoria en el orden de la causa y consecuencia, de un castigo moral que recae también sobre otros personajes que orbitan alrededor de la protagonista.

Podríamos destacar algunas escenas, especialmente las sexuales, filmadas con un grado de verismo que el cine nacional no suele alcanzar, y también la mirada despojada de esteticismo sobre lo marginal, pero son elementos habituales del cine de Campusano que comienzan a agotarse ante la falta de algo más que cierta noción de realidad, ya comprobada. Una realidad, digamos, que tampoco es que nos alcance a todos y que en ocasiones parece acercarse demasiado a una exhibicionismo maniqueo y estandarizado de ciertos comportamientos miserables. Ahora bien, si el cine de Campusano parece agotarse en su repetición ocurre lo mismo con lo que tenemos para decir sobre sus películas. Uno entiende la necesidad de un director por vivir filmando, pero también es cierto que es necesario que eso que filma tenga un valor por encima de la experiencia personal y de la noción del laburante del cine.