La quinta ola

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Juventud, divino tesoro

En estas páginas hicimos alguna vez una afirmación que se mantiene: es dentro del campo de la llamada “literatura juvenil” que la ciencia ficción se revitaliza, de manera distópica (como corresponde a su variante tardía) pero no por ello menos aventurera y hasta romántica (como lo exige la dinámica juvenil), lo que en alguna manera remonta a viejos tiempos de la sci-fi; al mismo tiempo, quizás esté entre las mas “adultas” de estas sagas.

Porque nada más aventurero que unos jovencitos luchando contra sistemas que se vuelven opresivos. Pero avancemos. Rick Yancey unió en su novela “La quinta ola” (la primera de una trilogía cuya conclusión sale este año) varios tópicos conocidos: la heroína adolescente que evoluciona en guerrera mientras que se debate en un trío (¿o cuarteto?) amoroso, al estilo de “Los Juegos del Hambre” o “Divergente”; la Tierra despoblada y sin tecnología (entre “The Walking Dead”, “Soy leyenda” o “La carretera”); el grupo de adolescentes y niños que tiene que sobrevivir en un ambiente hostil y conspirativo (a lo “The Maze Runner”).

Y fundamentalmente uno de los elementos más queridos para la vieja ciencia ficción: la invasión alienígena, implacable y vista de lejos. Si en “El Eternauta” se los llamaba simplemente Ellos, acá son los Otros (siempre que hay algo desconocido son Otros, como bien saben los fans de “Game of Thrones”). Y como en la historia de Oesterheld, la invasión arranca exterior, impersonal. En este caso la nave llegó un día, paralizó la Tierra con un pulso electromagnético (derribando los aviones y esas cosas), después asoló las costas con tsunamis y luego una enfermedad transmitida por las aves. Esas fueron las tres primeras olas de invasión. Hasta ahí “todo bien”, pero parece que los Otros están infiltrados entre nosotros.

Madurar rápido

Susannah Grant, el veterano Akiva Goldsman (ganador del Oscar por “Una mente brillante”) y Jeff Pinkner arremeten un buen trabajo en la adaptación del texto, manteniendo los dos personajes que llevan la acción: Cassiopeia “Cassie” Sullivan, una joven que tiene que atravesar territorio hostil hasta llegar a una base de la Fuerza Aérea donde está su hermanito Sam; y Ben “Zombie” Parish, un muchacho que perdió todo, puesto al frente de un pelotón de adolescentes y niños, que incluye a Sam. La historia terminará reuniéndolos, mientras que por su cuenta cada uno descubrirá parte de la verdad oculta en el conflicto: Cassie junto a Evan Walker, un muchacho granjero que oculta un secreto (que él mismo descubrió recientemente), y Ben gracias al desparpajo de Ringer, una especie de Lisbeth Salander adolescente, más buena tirando que haciendo amigos.

Sobre eso, “J” Blakeson lleva la acción por los diferentes senderos, evita alguna cursilería que podría pasar en el medio y se centra en la crudeza de la historia de Cassie (la escena que abre la cinta, por ejemplo), introduce a Ben y su grupo oportunamente y va subiendo hasta la revelación y la convergencia final, que dejará la puerta abierta para los conflictos de la segunda parte, “El mar infinito”: los habrá contra los Otros (a los cuales se les pudo poner un rostro), y también entre los héroes.

Hay un uso moderado de efectos digitales para las catástrofes, pero es fundamentalmente una película de espacios abiertos, de bosques y vías muertas, de autopistas con autos abandonados; con esa contradicción entre lo soleado y lo apocalíptico (aunque hay escenas nocturnas, como el bautismo de fuego del pelotón 53).

Poné a los pibes

En cuanto a los intérpretes, la elección es bastante acertada. Sabemos que en esta estructura lo central está en los jovencitos, mientras que los adultos deben resignarse a ser secundarios o villanos. Chloë Grace Moretz demostró en “La invención de Hugo Cabret” que podía dar mucho actoralmente, y desde entonces sigue creciendo, y desarrollando una belleza peculiar, algo aniñada. El contrapunto de esto sería la también ascendente Maika Monroe como Ringer: esta vez no le toca ser la chica linda en problemas, como en “El invitado” y “Te sigue”, sino una dura y pálida guerrera, y cumple muy bien.

Del lado de los muchachitos, Alex Roe como Evan se ve atrapado en el rol del muchacho al que le bastan unos ojos tristes y un rato de torso desnudo para que la chica lo mire, mientras que Nick Robinson está mucho más intenso: su personaje fue un chico popular que sobrevivió a la enfermedad y lo perdió todo, y se le nota.

Liev Schreiber casi no ha hecho un personaje querible en su vida, y su coronel Vosch no va a menos: su perfil va en la onda del de Aidan Gillen en “Maze Runner: Prueba de fuego”. De los otros adultos, Ron Livingston y Maggie Siff cumplen como los padres de Cassie, y Maria Bello tiene una pequeña aparición como la sergento Reznik. De los más niñajos, se destacan Zackary Arthur como el pequeño Sam, Talitha Bateman como Teacup (avispada a los siete años) y Tony Revolori como el simpático Dumbo.

Curiosidad musical, el tema de créditos es “Alive”, la canción que Sia compuso con Adele para su disco “25”, que la última rechazó grabar al igual que Rihanna, y que Sia incluyó para su flamante “This Is Acting” (que seguro se verá reforzado gracias a la película).

Por ahora hay un poco de tregua y tiempo para pensar. Pero todas las puertas están abiertas para el contraataque.