La peor noche de mi vida

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

Ese vestido amarillo…

Para aquellos que no lo sepan, la comedia de situaciones fue un género que tuvo una larga vida cinematográfica y que ha ido desapareciendo en pos de fórmulas más flexibles que incorporan “un poco de todo” con vistas a dejar satisfechos a la mayor cantidad posible de espectadores. Por supuesto que en el afán populista se descuidó el nivel cualitativo de las obras y paulatinamente surgió la “farsa para infradotados” que domina en la actualidad, un manojo de referencias -entre vacuas y castradas- que abarcan a buena parte de la historia del género. Así las cosas, la vieja y querida comedia de situaciones quedó relegada a la televisión, desde la cual derivó en furor masivo, y a productos híbridos como el presente.

Si tuviésemos que establecer la “proporción general” en lo que respecta a los elementos constitutivos de La Peor Noche de mi Vida (Walk of Shame, 2014), deberíamos afirmar que aquí prima la “estructura retro” por sobre las banalidades, el facilismo y los diferentes atajos retóricos propios de los reality shows, esos engendros patéticos que desde hace un par de décadas están fagocitando discursivamente a determinadas vertientes del cine norteamericano mainstream dirigidas a los adolescentes y/ o adultos infantiloides. Más allá del empobrecimiento cultural resultante, ligado a la estupidización del público y los realizadores de turno, a veces se generan anomalías imposibles de predecir de antemano.

Combinando sutilmente Después de Hora (After Hours, 1985) y Cita a Ciegas (Blind Date, 1987), aunque volcando la balanza hacia el tono grotesco y afable de esta última, la historia nos ofrece la hipérbole de otra de esas noches desastrosas en la que todo lo malo que le podía llegar a suceder al personaje central, efectivamente le ocurre. La premisa del relato es muy sencilla: Meghan Miles (Elizabeth Banks), una presentadora de noticias de una cadena local, decide salir a “aguar sus penas” junto a dos amigas por la reciente ruptura con su novio y por no haber conseguido el trabajo de sus sueños en una estación de alcance nacional. Entre alcohol y sexo, termina en la casa del simpático Gordon (James Marsden).

A la mañana siguiente la señorita se despierta sin tener recuerdos de lo acontecido y el intento por regresar a su hogar se transforma en un fiasco non-stop cuando por accidente queda fuera del departamento del muchacho, sin nada de dinero y con el auto acarreado por mal estacionamiento. Si bien el director y guionista Steven Brill filmó mucha basura con Adam Sandler, hoy por suerte se redime construyendo un retrato afilado a la Blake Edwards de los ítems más “delicados” de las ciudades posmodernas, haciendo hincapié en los prejuicios sociales hacia la drogodependencia, la multiplicidad étnica y una prostitución simbolizada en el pequeño vestido amarillo de Banks, una actriz tan bella como talentosa…