La pelea de mi vida

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Como un culebrón mal construido

Paradojas del cine argentino: una película que se promociona con la "novedad" de la tecnología 3D parece atrasar varias décadas en su propuesta. Con estructura dramática, diálogos y actuaciones dignas de un subproducto televisivo, La pelea de mi vida luce como un culebrón mal construido. Todo un despropósito cuando la TV local ha alcanzado un gran nivel en no pocas de sus ficciones recientes (incluso el guionista Jorge Maestro y el director Jorge Nisco, contratados para este film, han dado muestras de esa capacidad y jerarquía).

La pelea de mi vida tiene muchos (demasiados) puntos en común con Gigantes de acero, la reciente película en la que Hugh Jackman luchaba por recuperar el amor de un hijo al que había abandonado. Si ya Gigantes de acero era una vuelta de tuerca del espíritu de la saga de Rocky, aquí estamos ante un nuevo reciclaje, pero de segunda generación.

En esta oportunidad, es Alejandro Ferraro (Mariano Martínez) quien regresa de un exilio autoimpuesto en Colombia (a los pocos minutos nos enteraremos de que huyó del país luego de un bochornoso combate); vuelve al gimnasio de su viejo maestro (Emilio Disi), se entera de que ha tenido un hijo que ahora vive bajo la tutela del campeón del mundo de su categoría (Federico Amador) -a quien obviamente terminará enfrentando-, y se enamorará de la bella niñera del chico (Lali Espósito).

El problema no es que esa breve sinopsis contenga demasiados lugares comunes porque podríamos estar ante una película que trabajara sobre clisés y estereotipos para reírse de ellos, para reelaborarlos, para potenciarlos con fines irónicos, paródicos o de fuerte impacto sentimental. Pero no. La pelea de mi vida cae en los lugares comunes más rancios con los peores recursos. No hay aquí gracia, fluidez, carisma ni inteligencia. Apenas cierto profesionalismo técnico, aunque el uso del 3D ni siquiera está del todo aprovechado para lograr espectacularidad o profundidad de campo, sino más bien como "chiche nuevo" (las gotas de sudor que vuelan sobre el lente de la cámara, el guante del boxeador que invade la visión del espectador). Demasiado poco para una película que, por el esfuerzo de su producción y por la popularidad de sus protagonistas, merecía otro resultado final.