La paz

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Sensibilidad a flor de piel

Liso (Lisandro Rodríguez) está mejor y por eso le dan de alta en la clínica psiquiátrica. Afuera lo esperan sus padres, antesala del mundo que va volver a transitar, en donde se supone que completará su curación.

Ya en su confortable casa de clase media acomodada, Liso se reparte entre su madre sobreprotectora (Andrea Strenitz), que lo trata como un niño pero que no le exige nada ("Si vos no querés estudiar más, ni trabajar, me lo tenés que decir. Va a estar bien lo que hagas."), y un padre emocionalmente acorazado, que le da dinero para prostitutas y lo apura para que trabaje con él.
Y en la reinserción, huérfano afectivo entre dos personas a los que se les adivina un mejor pasado en común, el protagonista, sólo se relaciona con su abuela (Beatriz Bernabé), a quien lleva a pasear en la moto que le acaban de regalar, y sobre todo con Sonia (Fidelia Batallanos Michel), la mucama de siempre de su casa, que sin pretenderlo, le va a señalar un rumbo para que empiece a recomponerse.
Ganadora de la Competencia Argentina en el último Bafici, la película de Santiago Loza (el mismo de Extraño, Rosa patria, Los labios) viene cosechando premios en todo el mundo, tal vez porque el cineasta y dramaturgo cordobés logró con su último film una síntesis casi ideal de su cine, un imaginario que prescinde de los subrayados innecesarios, que confía en el desarrollo de sus relatos para que el espectador vaya descubriendo los dobleces de sus historias.
Pero, además de la puesta sobria y contenida, buena parte de la solidez de La Paz recae en la extraordinaria composición que hace Lisandro Rodríguez (ganador al premio de Mejor Actor en el festival de Biarritz 2013), que muestra toda la desolación y también la impotencia del protagonista para conectarse con la gente, con una sensibilidad a flor de piel que solo puede ser compatible con otros que sufren otras pérdidas, otros anhelos, como Sonia, que extraña su país y que de manera natural se relaciona con Liso.
Extrañamente esperanzadora en su tristeza, la película encuentra un camino posible, un cambio. Sin garantías, pero con todo por ganar.