La número uno

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Sexo, poder y dinero

Últimamente los thrillers corporativos se han puesto de moda y también la reivindicación de la mujer y su empoderamiento ante un mundo aún dominado por machos alfa. Sin embargo, los subrayados de determinadas posiciones frente a hechos cotidianos terminan por malograr planteos profundos, o al menos interesantes.

En ese sentido, La número uno se queda a mitad de camino, en primer lugar por la chatura en la construcción de sus personajes y ese solapado maniqueísmo en el que los hombres son más despiadados que las mujeres, como si el género fuera garantía de bondad o maldad. Si bien para este caso resultaría extremadamente exagerado ese modo binario de ver las cosas, la falta de matices surge desde el momento en que se plantea esta suerte de lucha desigual entre una ingeniera (Emmanuelle Devos) aspirante a ocupar un cargo de CEO en una empresa top 40, mientras que el candidato masculino ya cuenta con todas las redes de poder a su favor.

Así las cosas, la trama explora por un lado la inescrupulosidad en el mundillo corporativo cuando están en juego tres elementos que no se pueden obtener por separado: sexo, poder y dinero, mientras puertas afuera y detrás de esos gigantescos edificios vidriados y alejados del mundanal ruido habitan personas con conflictos internos y miserias que ocultan a cada minuto.

La galería de personajes es un retrato cabal de la cara más cruda del capitalismo en una sociedad de consumo y la gimnasia de los carpetazos como herramienta de extorsión la moneda corriente tanto de un bando como de otro, pues a la candidata femenina la apoya una asociación feminista con fuertes vínculos gubernamentales.

Entre la defensa del poder femenino, la corrupción corporativa y la complicidad de los grupos de poder, se entreteje este fallido film francés que apela a la presencia estelar de la todo terreno Emmanuelle Devos en otro papel donde se destaca por su personalidad y esa mezcla de fragilidad y convicción a la que ya nos tiene acostumbrados.