La noche del demonio

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Otra casa embrujada y poco más

La película del malayo James Wan, responsable de El juego del miedo, narra la historia de una familia que habita una residencia frecuentada por ánimas y seres extraños. Una cinta que confirma el mal momento del género.

Cada cinco, diez años, las películas de terror plantean los mismos interrogantes: ¿hacia dónde va el género? ¿Cuáles son las innovaciones formales y temáticas? ¿Qué nuevos aportes pueden descubrirse en films que parecen reciclar fórmulas y recetas construidas tiempo atrás? Bien lejos quedaron los temores familiares de Poltergeist (1982) de Tobe Hooper, a esta altura un clásico genérico que re-formuló a aquellas casas embrujadas del viejo Hollywood, valiéndose de efectos especiales originales y del dinero invertido por el empresario Steven Spielberg. En los últimos años, en cambio, surgió el sadismo como necesidad sanguínea, donde el fuera de campo parece haberse tomado unas eternas vacaciones para dejar lugar al plano detalle de torturas y flagelaciones; a la revancha por medio del ojo por ojo, diente por diente; al ríspido montaje que acumula atrocidades, vejaciones, humillaciones varias. En ese marco se encuentran Hostel, Escupiré sobre tu tumba, la saga El juego del miedo. Tales películas, además, no serían tales sin el uso de lo último en tecnología audiovisual, donde los personajes también registran esos horrores llevados al extremo.
Por eso no tiene que sorprender que La noche del demonio, del malayo James Wan, responsable del puntapié inicial de la execrable El juego del miedo, intente responder algunas de las preguntas del principio de esta crítica.
Un matrimonio, tres hijos, una casa importante, uno de los chicos que cae en estado de coma, una suegra que sabe algo que el resto desconoce, una experta en actividades paranormales que escribió un par de libros sobre casas poseídas y sus dos sorprendidos ayudantes, son los personajes habituales en este tipo de películas. Y La noche del demonio (¡qué feo título!), a los tropiezos y por momentos en caída libre, se esfuerza por ser original: no sólo se trata de una historia de casas embrujadas, sino que el castigado hijo de ese matrimonio perfecto se encuentra en la llamada “zona astral”, suspendido en las amplias instalaciones del lugar, con el riesgo que invoque a las ánimas que andan dando vueltas.
Algunas explicaciones científicas asombran a la pareja que no puede entender que ocurran tantas cosas extrañas. En efecto, se está en el territorio del terror versero, donde el género se cruza con la ciencia en forma didáctica. Y habrá algunos sustos y corridas, los intentos por retornar al pobre chico, una visita previsible a la otra dimensión y una solución que parece la definitiva, pero claro, surgirá el doble final que anuncia futuras actividades paranormales en esa casa, o en la de al lado, o en la del pueblo vecino. O cerca.
La noche del demonio demuestra que el terror en el cine no vive su mejor época. Sólo sobrevive. Un poquito, casi nada.