La mosca en la ceniza

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Abordando con gran calidad artística y dramática un tema áspero y escabroso, la realizadora Gabriela David logra con La mosca en la ceniza su mejor film y la película nacional más destacada de este tramo del año. La directora de la atrayente y singular Taxi un encuentro mantiene una ambientación urbana y porteña pero se interna en una temática más vasta y disímil. Aquí la trata de adolescentes es su objetivo esencial, sin embargo debajo de esas “cenizas” asoman inquietantes alegorías y se disparan otros tópicos narrativos. El film arranca en un contexto pueblerino y campestre donde se producirá un pacto espúreo que permitirá que dos chicas lleguen a una ensoñada urbe no para desempeñarse como domésticas en moradas opulentas sino para ser esclavizadas en uno de los prostíbulos clandestinos que ya abundan en todo Buenos Aires. El martirio posterior en ese caserón convertido en calabozo, hará recordar perturbadoramente a películas ambientadas en el holocausto, en prisiones inclementes, o en los mismos años del Proceso, en los que la brutalidad, el silencio y la complicidad eran parte de la vida cotidiana. La incisiva y sorprendente mirada de David de una realidad incómoda alcanza momentos crudamente emotivos y está sostenida por un elenco sólido y de notable homogeneidad entre actores experimentados y fenomenales intérpretes jóvenes como María Laura Cáccamo y Paloma Contreras.