La mirada del hijo

Crítica de Jonathan Santucho - Loco x el Cine

Un útero envenenado.

Cuando Anthony Perkins mostró la sumisión y el daño monumental escondidos tras la cortesía colectiva al hacer que su Norman Bates asegurara que “el mejor amigo de un chico es su madre”, uno no puede evitar pensar en ejemplos dados por seres como Cornelia Keneres (Luminita Gheorghiu) en La Mirada del Hijo (Pozi?ia Copilului, 2013). En una perspectiva lejana, la mujer es un ejemplo: una de las arquitectas más afluentes de Bucarest, frecuente anfitriona de cenas para cantantes de ópera y figuras administrativas de todo tipo, y feliz mitad de un poderoso matrimonio, ella parece tener una imagen impecable. Pero hay alguien capaz de arrancar la máscara que engaña a la clase alta: su hijo adulto Barbu (Bogdan Dumitrache), que en su frecuente distancia saca a la persona rencorosa escondida detrás de pieles costosas y joyería cegadora. Frustrada con el alejamiento de su única criatura y asqueada por su relación con una madre soltera, Cornelia se la pasa frustrada, incluso cuestionando a la mucama que comparten por datos; no sabe como hacer para recuperar su atención. Y entonces ocurre el choque.

Interrumpida durante su sopor burgués por una llamada, ella corre tras él al oír la noticia. En la ruta, todo se va haciendo más claro. Resulta que Barbu, un hombre no muy iluminado que digamos, estaba excediendo la velocidad de la autopista cuando un niño se le cruzó en el camino. Sin frenar a tiempo, el muchacho fue atropellado, y de manera tal que un funeral a cajón abierto es la opción menos recomendada. Imaginen la situación de la carente familia, y la impotencia sentida con la llegada a bombos y platillos de Cornelia en la estación de policía. Regresando al hijo a su casa, la madre piensa que esta es la oportunidad perfecta para recuperarlo, y decide usar sus influencias para tratar de impedir que él vaya a la cárcel. Al mismo tiempo que ella falsifica evidencia y compra testigos de la tragedia, su foco está en atraer al rencoroso y necio Barbu a sus brazos de regreso. Pocas veces un lazo entre madre e hijo se tira tanto en el medio del thriller y el drama.

1908289_10152349098873887_2380871438632230873_n

Para esta serie de eventos, los ojos están sobre Cornelia, manejada por Gheorghiu en una performance absorbente que agarra la pantalla de tal manera que ni la mirada de la cámara ni la nuestra puede alejarse de ella. Ella es el justo centro de esta confiada producción, que logró ganar el Oso de Oro en la Berlinale de 2013, así como la posibilidad trunca de representar a Rumania en la carrera por el Oscar a Mejor Film Extranjero. A través de la visión del director y co-guionista C?lin Peter Netzer (quien se arma para este tercer largometraje suyo con la ayuda de R?zvan R?dulescu, escritor detrás de La Noche del Señor Lazarescu y Aquel Martes Después de Navidad, obras clave de la ahora llamada Nueva Ola del país de Traian B?sescu), ella es otro gran personaje en la búsqueda de realistas y secas narrativas del país, que se ve bien reflejado en papel, aunque no tanto en pantalla (hasta el final). Esto es principalmente debido al capricho pretencioso de maldecir al trípode y filmar todo “de forma documental” (una de las frases con menor sentido de la última década), agarrando la cámara de forma movediza, tan amateur y enfermiza, para pretender cercanía, cuando en realidad parece que el nivel de terremotos en Rumania es tan recurrente que la gente ya ni reacciona del acostumbramiento.

De todas maneras, eso no importa tanto cuando uno está compenetrado en Cornelia, cosa que ocurre con facilidad. Existe un deseo en los ojos de Luminita cuando está cerca de su hijo ficcional, y no es de amor o respeto. Él es la última posesión, algo que debe estar bajo su completo control, y la búsqueda la frustra tanto como la apasiona. Teniendo al alcance de su mano la élite y el poder de la ciudad, habiendo transformado a su cónyuge en una mísera mascota que asiente a su comando y estando a disposición de costearse hasta la injusticia, el aburrimiento la lleva a este último recurso. Ya sea interrogando a la pareja de Barbu sobre sus preferencias sexuales o frotándole a él las heridas con un ritmo inusual, la actriz desaparece; señal de una excelente labor. Es un trabajo monumental, el único ser visible en un mundo de fantasmas, como su malcriado pero arrepentido descendiente.

childspose.photo04

Pero aún así, no la conocemos. Haciendo una gran apuesta, Netzer nos somete al lento y circular andar de estas irredimibles sombras que habitan la fría comodidad de los ex-países comunistas. La crítica es interrumpida por un final donde el cruce de clases da lugar a una reinterpretación que justifica todas las medidas tomadas hasta el momento, y nos deja con una incógnita por el alma de todos los condenados en pantalla. Para la confiada y extrema La Mirada del Hijo, el sentimiento es la pregunta, y la catársis la respuesta.