La mirada del amor

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

La reconstrucción

Las cosas marchan de maravillas para Nikki (Annette Bening). Casada desde hace dos décadas con Garret (Ed Harris) y vecina de un barrio de clase alta, organiza una suerte de segunda luna de miel en México en la que fallece su marido. Cinco años después, el panorama es desolador, con ella aún conviviendo con los objetos del difunto y visitando los mismos lugares que frecuentaban juntos. Justamente en uno de esos paseos se cruza con Tom, que es interpretado por… Ed Harris. ¿Qué ocurre? El tipo es un calco del difunto, su auténtico doppelgänger. A partir de ahí, Nikki empieza a perseguirlo en silencio, hasta que finge un encuentro casual con la única excusa de acercarse a él. El acercamiento devendrá, claro está, en amor. O al menos algo parecido, ya que ella no deja de ver en Tom al hombre que aún hoy ama.

Así están planteadas las cosas en La mirada del amor. Segundo trabajo como realizador de Arie Posin (el mismo del film de culto The Chumscrubber), la película discurrirá en la relación de la pareja, las dudas de ella ante la potencial locura y los esfuerzos por evitar que sus conocidos se aviven del parecido de sus hombres. Entre esos conocidos está Roger (uno de los trabajos póstumos de Robin Williams), un amigo de Garret y vecino del matrimonio que, terminado el duelo, empezó a arrastrarle el ala a la viuda.

Es cierto que la premisa invita a pensar en un resultado catastrófico, pero Posin desovilla con solvencia una bomba argumental con cierta firmeza y oficio. Esto no implica, sin embargo, que se trate de una buena película. Sin apostar deliberadamente al suspenso de Vértigo, pero con ciertas dosis de intriga, el film tiene sus principales falencias en la apelación a los lugares comunes de las tragedias románticas (ay, esa enfermedad terminal), un tono visual luminoso tendiente a la idealización de los espacios y un trasfondo melodramático ¿A favor? Las sobrias actuaciones de Bening y Harris.