La ley del mas fuerte

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Tensión que corroe

Christian Bale encabeza un elencazo en este thriller en el que el director sabe exprimir lo mejor de sus intérpretes.

Hay vidas, en la ficción, pero en la realidad cotidiana también, que parecen complicadas hasta que un hecho, o una serie de hechos, hacen ver que aquello que se presentaba enrevesado o complejo, podría ser mucho peor. Y lo es.

Pregúntenle a Russell (Christian Bale), operario en una acería. Se queja de que nunca sale del pueblo, tiene a su padre moribundo, y una novia, eso sí, que lo quiere. Pero un incidente o accidente que no hace vamos a adelantar hace que su existencia se transforme en un calvario. Prisión, muerte cercana, liberación de la cárcel pero pérdida de su pareja, un hermano que se mete en problemas de apuestas, y sigue la lista.

La ley del más fuerte es, increíblemente, recién la segunda película de Scott Cooper, un joven director que además de saber imprimirle ritmo a las secuencias, sabe exprimir lo mejor de sus intérpretes. Jeff Bridges logró su único Oscar por aquel debut de Cooper en la realización, Loco corazón. Y si aquí tiene un elencazo (Casey Affleck, Woody Harrelson como el malo, Willem Dafoe, Forest Whitaker, Sam Shepard, Zoe Saldana), ahora mismo está dirigiendo a Johnny Depp y Dakota Johnson en Black Mass … Por un lado, el filme se enlaza en los que se basan en un fuerte vínculo familiar, y de camaradería masculina, con mínima presencia femenina como interés amoroso. Y por otro, hay algo -mucho- de El francotirador. Aquí también hay trabajadores metalúrgicos, y una guerra lejana Irak, de donde regresa Rodney (Affleck), hermano de Russell, cuando en aquel filme de Michael Cimino con Robert de Niro era Vietnam. Y trascurre enla misma Pensilvania. Y hay una escena en la que un personaje no sabe si cazar, o no, un ciervo.

Punto.

Punto, porque las situaciones son otras, las épocas, también, y los realizadores detrás de la cámara, lo mismo.

Cooper se preocupa por mostrar la podredumbre de una sociedad postindustrial, en un terruño de límites difusos. Se habla de “las colinas” para referirse a un submundo en el que impera el mal y al que, si se interna en él, difícilmente se pueda salir de la misma manera de la que se ingresó.

Las actuaciones son el punto más alto del filme. Hay que ver la mirada seca y pletórica de angustia y explosión de Affleck. La composición -una vez más, es cierto- como malvado de Harrelson. Y observen cómo contiene la respiración Bale en el momento culminante de su actuación. Eso sólo lo logra un director atento a sus actores. Cooper lo es, y también es actor.

Donde el filme se entorpece un tanto es allí donde Cooper se esfuerza por el simbolismo y el montaje paralelo entre lo que le sucede a los hermanos. Eso y algún clisé entre las nociones de justicia/venganza no pueden opacar, enturbiar una realización en la que el papel de la música, tanto como el de la iluminación, son tareas de esencial importancia para este thriller que no defrauda en sus casi dos horas de proyección.