La lección de anatomía

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Mostrar el interior de las personas, eso es lo que hace el doctor Nicolaes Tulp en el famoso cuadro de Rembrandt. Y también la obra teatral de Carlos Mathus, al escenificar las aflicciones del ser humano que corre todo el tiempo, agobiado por diversos e inclementes mandatos del núcleo familiar, el amor tóxico, los modelos sociales, las exigencias laborales y la propia alienación. Y eso, mostrar el interior de las personas, es lo que hacen también Agustín Nazah y Pablo Arévalo, cuando siguen los preparativos de una puesta, las reflexiones del propio autor, poco antes de irse, la ansiedad de los jóvenes actores, y el corazón de una persona.

El trabajo, hecho a lo largo de varios años, tiene pinceladas reveladoras, tanto en las partes elegidas para mostrar los ensayos, como en ciertos apuntes tomados por una cámara atenta. Vemos así al aspirante que quiere mejorar su dicción recitando el primero de los “Sonetos medicinales” con una birome en la boca, la chica cuyo padre también se desnudó en esa misma obra cuando joven, o ese gordo buenazo que canturrea tangos, sufre con la dieta, y, sin pedirlo, se va convirtiendo en el protagonista de la película.

El es Antonio Leiva. En 1972 integró la primera puesta, y desde entonces siguió firme junto a Mathus, lo acompañó de por vida, juntos recuperaron el teatro Empire, mantuvieron viva “La lección de anatomía”, y hoy es el repositor que cultiva amorosamente la memoria. El documental resulta entonces no sólo el registro de un fenómeno de permanencia en las tablas, sino el homenaje a un compañero de veras.