La intimidad

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Tiene sentido que entre los agradecimientos de La intimidad figure Gustavo Fontán. Tal como ocurría en el Ciclo de la casa, el film de Andrés Perugini aborda la relación entre la desaparición de un personaje y las huellas que deja en el espacio físico que supo habitar. Todo registrado durante un largo período de ocho años.

Irene tiene 96 años y pasa los días limpiando y ordenando su casa del pueblo bonaerense de Germania. Su muerte obliga a una reunión familiar para decidir qué hacer con los objetos reunidos durante una vida. Es un dolor apenas sopesado por la certeza de una partida tranquila y natural. “A todos nos va a llegar este momento”, dice una de las hijas mientras vacía el placard.

La intimidad toma los mecanismos del documental observacional –nula intrusión en la puesta en escena, cámara en mano atenta al “vivo” de las situaciones, el director invisibilizado detrás del dispositivo– para un relato que, como los de Fontán, se mueve entre la elegía y la nostalgia, entre los recuerdos del pasado y los objetos que los rememoran desde el presente. Sobre el último tercio, el arribo de una familia a la casa evidencia que, más allá de las circunstancias, hay un futuro posible.