La guarida del lobo

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Un trineo tirado por perros se abre paso por un paisaje nevado, con esta imagen inicial La guarida del lobo logra llamar la atención. Se adivina desde el comienzo el deseo de hacer una película visualmente bella, en un paisaje agreste, alejado de la civilización, un lugar con reglas distintas al mundo. Allí vive un viejo llamado Toco (José Luis Gioia) quien ha encontrado su lugar en el mundo y no quiere renunciar a él. Pero encuentra tirado al costado del camino a Vicente (Gastón Pauls) un joven de ciudad que ha ido a parar a ese lugar. Lo rescata de la muerte y lo lleva a su cabaña. Ahí Vicente descubre ese nuevo mundo y también se entera que hay gente interesada en comprar los caros terrenos de Toco. Un problema se avecina.

El paisaje nevado imponente, los perros que acompañan al viejo solitario, la vida fuera de la ciudad, todo vuelve atractivo a la película, que solo se encontrará limitada no por la trama policial o de western, sino cuando aparezcan más actores y no estén a la altura del mundo creado por el director. Si acaso José Luis Gioia es una prueba más de que un comediante puede convertirse sin problemas en un excelente actor dramático y si Gastón Paul recupera su mejor forma actoral acá, la aparición de un clásico fuera de moda como Víctor Laplace desarma en parte el clímax de la película. Pero los logros de la película son indudable y, una vez más, el sur nevado demuestra ser una fantástica locación para contar historias.