La era de hielo 5: Choque de mundos

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Más fría que nunca

Ya pasaron 14 años desde que se estrenó La era de hielo original. Esto quiere decir que todos aquellos que en 2002 tenían 4 o 5 años hoy son mayores de edad. Y, al contrario de lo que ocurre con varias otras sagas (animadas o no), los ahora adolescentes y jóvenes han quedado expulsados por completo del disfrute de esta quinta entrega.

En ningún momento de este film, codirigido por Michael Thurmeier y Galen Tan Chu, hay situaciones que salgan del esquema correr-saltar-gritar. Reaparecen, sí, los simpáticos personajes y el colorido de siempre, y hasta hay algunos momentos logrados de humor físico, pero todo aquello que puede funcionar para el consumo primario, superficial y efímero de los más chicos resulta una experiencia tortuosa para los adultos, aquí inevitables acompañantes.

Todo arranca, claro, con la ardilla Scrat persiguiendo su escurridiza bellota y desatando un caos, esta vez a nivel cósmico. Los planetas chocan y la lluvia de asteroides amenaza con extinguir a los mamíferos que habitan la Tierra. Entre ellos, la pareja de mamuts que integran Manny y Ellie, cuya única hija -Peaches (o Morita)- no sólo ya tiene novio, sino que además planea casarse para celos de su padre, que no puede ni ver al joven pretendiente de ella.

Ese es el principal "conflicto" familiar de esta película en la que los múltiples personajes (todos ampulosos y sin demasiado desarrollo) irán en procesión hasta el lugar donde caerá un gigantesco meteorito con la idea -bastante absurda- de ver cómo detienen el apocalipsis.

Argumentar en defensa de esta nueva entrega que el trabajo de animación es solvente y funcional ya no es suficiente en el marco de una saga multimillonaria (en recursos e ingresos) como la del tándem Blue Sky-Fox. Por supuesto que hay un atractivo visual y ciertos rasgos de creatividad, pero en buena parte de su hora y media todo resulta demasiado previsible, mecánico y hasta rutinario. Y no sólo para los espectadores adultos. Es como si los artistas hubieran trabajado a reglamento, apelando al piloto automático sabiendo que igual llegarían a la meta. Poco importa, es cierto, lo que se sostenga desde una crítica como ésta (el éxito de la quinta parte -y más con las vacaciones de invierno por delante- está asegurado), pero igual hay que decirlo.