La doble vida de Walter

Crítica de Nicolás Viademonte - Función Agotada

Jodie Foster ha vuelto a ponerse detrás (y delante también) de las cámaras con La Doble Vida de Walter, luego de 16 años, con un film un tanto raro que cuenta la historia de un hombre hundido en una profunda depresión, que encuentra una salida al tomar un títere con forma de castor y utilizarlo como si fuera una extensión más de su cuerpo que siente, habla y piensa por él.

Si, es correcto, no leyeron mal la historia, porque The Beaver (su título original) es eso, y obviamente es uno de sus puntos más llamativos, aunque muchas veces no quiere decir positivo, y en este caso lo es a medias.

La Doble Vida de Walter danza entre el drama y la comedia sin lograr profundizar en ninguno de ellos. Lamentablemente Foster jamás consigue narrarnos una historia con vuelo debido a la intervención de una innecesaria voz en off que sirve para resumirnos a Walter al comienzo, pero que lamentablemente nos introduce directamente a un personaje que nos es ajeno y del que es difícil creer lo que le pasa. El problema es que cuando logramos fundirnos con el personaje interpretado brillantemente por Mel Gibson, Foster nos introduce en paralelo la historia del hijo del protagonista, restando importancia y minutos a la trama que realmente nos incumbe, generando una importante desconexión con la película que solo es retomada por la mencionada estupenda labor del actor de Corazón Valiente.

Otro apartado bastante molesto de The Beaver es el continuo subrayado que hace Foster sobre ciertas cuestiones, como por ejemplo el repetitivo énfasis con el que narra la relación entre Walter y su hijo Porter. Al comienzo la directora se encargó de mostrarnos que Porter no quiere parecerse a su padre, por medio de unas anotaciones que hace buscando eliminar las similitudes, pero no conforme con eso Foster después vuelve para que veamos los golpes que el muchacho le da a la pared ante cada padecimiento y como si esto no fuera poco la charla final entre ambos no hace más que subrayar nuevamente estas cuestiones, algo que realmente se torna bastante pesado.

Más allá de todas estas cuestiones y explayándonos un poco más, La Doble Vida de Walter es salvada por un inmenso Mel Gibson, en una de las mejores actuaciones de su extensa carrera. Gibson transita con maestría tanto la depresión de su personaje, como la inyección de ánimo que recibe al utlizar al castor o la crisis que tiene al querer desprenderse de él. Los ojos de este gran actor hablan y se expresan acorde a sus gestos, y realmente no puedo dejar de mencionar la pena que me causa que cuestiones ajenas al set de filmación sean condicionantes para verlo delante/detrás de la gran pantalla.

La Doble Vida de Walter es una llamativa cinta que más allá de sus propias logra ser salvada por una brillante actuación de su protagonista.