La doble vida de Walter

Crítica de Marcelo Stiletano - La Nación

Actor y personaje en busca del otro lado

Habrá que resistir ante todo la tentadora curiosidad de comparar la ficción de La doble vida de Walter con el mundo bien concreto del actor que la protagoniza. Porque el personaje central de este film, triunfador en los negocios y en la vida hasta que una depresión lo paraliza en estado de eterna somnolencia, no es otro que Mel Gibson, otro ganador indiscutido en el pasado que afronta hoy las perspectivas de un futuro incierto por culpa de su incontinencia verbal y física.

Todavía no sabemos cómo saldrá Gibson de su laberinto personal, pero en el cuento que lo trae de vuelta al primer plano de la interpretación cinematográfica su personaje parece haber hallado una solución: colocar sobre su brazo un castor de peluche, moverle la boca como si fuese un ventrílocuo y dejar que el muñeco maneje sus conductas y temperamentos. Así irá recuperando de a poco la autoestima y la creatividad en los negocios, por más que su familia mantenga razonable perplejidad frente a tan extraña salida.

La opción elegida por Jodie Foster en su tercera incursión como directora para retomar la pregunta que parece perseguirla casi obsesivamente en su carrera artística (¿cómo resolver conflictos en familias disfuncionales?) queda claramente abierta a riesgos y extravagancias. La película no teme por momentos bordear el ridículo, afrontar las consecuencias de algunos diálogos sentenciosos y retratar el cuadro familiar desde cierto psicologismo de corto vuelo, como cuando describe la simbiótica relación entre Walter y su hijo mayor (el excelente Anton Yelchin).

Pero al mismo tiempo Foster cuida a sus personajes, les insufla admirable convicción y deja que Gibson sostenga con todo el peso de sus grandes dotes de actor intuitivo un personaje que en otras manos caería en la impostura y el desborde. Con tales premisas y respaldos, la directora sortea con discreción algunos de los desequilibrios a los que ella misma decide exponerse y en los mejores momentos de un film dispar hasta consigue conmover al espectador.