La doble vida de Walter

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

DEL RIDÍCULO SE VUELVE

Ver a un hombre casado, padre de familia y ejecutivo de una importante empresa de juguetes hablando a través de un títere con forma de castor como única forma de combatir (o atenuar) su estado de absoluta depresión puede ser bastante ridículo. Pero que, además, ese personaje esté a cargo de Mel Gibson, acusado en los últimos tiempo de casi todos los males de este mundo (machista, homofóbico, racista, golpeador, borracho, paranoico y un largo etcétera) es casi un golpe de gracia para este nuevo film de Jodie Foster.

Sin embargo, aunque tiene todos los elementos propios de una película "fallida" (incluidos ciertos diálogos excesivos que pueden herir los oidos y conspiran contra la credibilidad y el impacto emocional del film), voy a intentar una defensa de una película que me parece no sólo arriesgada sino incluso muy honesta, sentida (y, sí, por momentos conmovedora). Aunque la cosa pase por las diferentes sensibilidades que podamos tener cada uno de nosotros en cuanto espectadores, no se le puede negar a Foster (en su doble faceta de directora/actriz) ni al vituperado Gibson una gran convicción para sostener esta historia de familia de clase media disfuncional que parece la contracara del sueño americano.

Lo que más me gustó del film es que no se queda en los lugares comunes del melodrama (aunque pueda caer en alguno de ellos) sino que apuesta a incomodar con un humor negrísimo que seguramente indignará a los puristas del género (no es Rain Man ni Forrest Gump). Lúdica, tragicómica, trasgresora, excesiva y anticonvencional, La doble vida de Walter es una película concebida a contracorriente, al margen de la fórmulas, los cánones y las modas. Bienvenida sea.