La dama de negro

Crítica de Fernando López - La Nación

En Eden Lake , su ópera prima, James Watkins ya había mostrado que es capaz de sembrar la inquietud en el espectador y mantenerlo al borde de la butaca, en un tenso estado de alerta, sin necesidad de acumular imágenes truculentas, alaridos estremecedores y otros recursos destinados al sobresalto. El joven cineasta británico prefiere que la alarma proceda del avance dramático de las historias que cuenta, del suspenso que extrae de ellas y de las atmósferas ominosas que genera a partir de los escenarios, del tratamiento de la imagen y del empleo de una banda sonora en la que los silencios cobran singular elocuencia.

En La dama de negro se ve en el compromiso de resucitar la largamente moribunda Hammer Film -legendaria marca que, con sus films de bajo presupuesto, reinó en el cine de horror entre los cincuenta y los ochenta-, y vuelve a aplicar ese criterio (digamos) austero, con apreciable eficacia. En lo comercial tiene un apoyo invalorable: la presencia de Daniel Radcliffe, que encara su primer protagónico después de Harry Potter y salva su extensa parte con gallardía, más allá de algún exceso de solemnidad.

El guión tomado de la novela de Susan Hill provee una historia en la que están presentes muchos elementos clásicos de un cuento de fantasmas: la lúgubre mansión gótica embrujada, esta vez instalada en tierras bajas y por ello periódicamente aislada por la marea; muertes misteriosas y con ellas la aún más misteriosa aparición de una dama de negro; un cementerio, vecinos hostiles y aterrorizados, un montón de secretos de los que nadie quiere hablar, la superstición que en la Inglaterra suele nublar la razón.

A ese lugar llega el joven abogado que interpreta Radcliffe y que es la imagen viva de la pesadumbre. El inconsolable dolor causado por la muerte de su esposa, cuando hace cuatro años dio a luz a su único hijo, ha afectado tanto su trabajo que este viaje a Crythin Gifford, donde debe arreglar todos los asuntos concernientes a las propiedades de una excéntrica viuda recientemente fallecida, supone la última oportunidad que le han dado sus superiores.

De lo complejo de la tarea se entera pronto; apenas llega al pueblito, después de confiar a su hijo al cuidado de una niñera, descubre que nadie quiere darle hospedaje y menos conducirlo hasta esa mansión envuelta en negras leyendas. La diestra mano de Watkins -el ambiente juega un papel decisivo en la creación del clima- logra que el interés se mantenga vivo hasta llegar a un desenlace para el cual, como en Eden Lake , buscó una salida poco convencional. Ciarán Hinds y Janet McTeer se destacan en medio del impecable elenco.