La culpa del cordero

Crítica de Miguel Frías - Clarín

“La celebración”, pero al revés

La culpa del cordero, de Gabriel Drak, intenta ser una especie de La celebración, pero con el padre acusando a los hijos. Hablamos de un filme que procura resultar revulsivo -por momentos lo logra- y que muestra la implosión de una familia de clase alta, en su variante “nuevos ricos”. La historia, narrada casi en tiempo real, transcurre en una chacra, donde un matrimonio maduro convoca a sus descendientes sin explicaciones previas. Los conflictos amenazarán con desatarse mientras un cordero crepita al fuego; y estallarán, luego, en pleno almuerzo.

Este filme uruguayo tiene varios puntos débiles, como la redundancia, el maniqueísmo y, sobre todo, la exagerada acumulación de situaciones dramáticas, que no son puestas en escena, sino expresadas por un padre autoritario y cínico que disfruta aplicando castigos verbales. Con una sola de estas revelaciones, habría bastado para darle densidad al filme. Pero La culpa..., lamentablemente, descree de que en cine menos sea más.

Un peón y una niñera, sometidos por varios miembros de la familia, serán los representantes de los desclasados. Desde el comienzo todo resulta muy dialogado, muy estereotipado, muy sobrecargado de clichés, con personajes unánimemente miserables. A los claros problemas de guión se les suman algunas actuaciones acartonadas. Lo más rescatable son las ráfagas de humor, que, sobre todo en el tramo final -inverosímil- atraviesan a esta suerte de fallida tragedia costumbrista.