La cocina (En el medio hay una ley)

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Hacia un nuevo panorama audiovisual

El documental dirigido por David Blaustein y Osvaldo Daicich sigue el largo proceso de discusión y concreción de la legislación con testimonios de los actores que empujaron el debate hacia la democratización de los medios.

En el imprescindible libro sobre el documental La representación de la realidad, Bill Nichols arriesga: “El placer y el atractivo del film documental residen en su capacidad para hacer que cuestiones atemporales nos parezcan temas candentes”. Sin embargo, encuadrada claramente dentro del género, La cocina, de David Blaustein y Osvaldo Daicich, la película que sigue el largo proceso de discusión y la posterior concreción de la Ley de Medios Audiovisuales que se sancionó el 10 de octubre de 2009, contradice el parecer del especialista estadounidense. Es decir, es el relato urgente de un hecho, la democratización de los medios de comunicación que, aquí y ahora, continúa siendo un tema de actualidad capital para la realidad política de la Argentina.
La película recurre al testimonio de los actores que empujaron el debate para que se democratice el acceso a los medios y se abran nuevos espacios para contenidos pluralistas. Así, La cocina va desde el trabajo comunicacional y social de una radio en una villa de Córdoba, pasando por un canal tucumano que se impone la creación de contenidos propios sin depender de los centros de producción porteños, o un diario pampeano que prioriza la realidad regional, hasta la necesidad imperiosa de la comunidad mapuche en la Patagonia de sostener una FM para hacer oír su propia voz. Las entrevistas van hilando la realidad del nuevo panorama audiovisual del país, mientras en el film recurre a imágenes de archivo para documentar la ofensiva feroz de las empresas, los holding periodísticos, que intentan instalar el miedo ante la posible sanción de la ley que reducirá su poder.
Y por último, las discusiones en el Congreso, donde a pesar del poco tiempo trascurrido, son sorprendentes al recrear en la memoria los discursos reaccionarios de los legisladores que se oponen a la nueva norma, escenas prematuramente sepia del pasado reciente.
En ese sentido uno de los aciertos de La cocina es que construye su discurso –un discurso político, que no intenta disfrazar en ningún momento– con las voces de los especialistas y militantes que lucharon durante años por la ley, y luego con los beneficiarios, aquellos medios chicos, regionales, que trabajan diariamente gracias a la nueva realidad.
Pasados los 80 minutos de la película y volviendo a Nichols, que dice que el género “contribuye a la formación de la memoria colectiva”, La cocina es un documento que registra acertadamente un momento de la Argentina, donde buena parte de su destino se jugó, y se juega, en la pelea por construir un relato democrático y plural de su realidad.