La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El ángel vengador

Leo que a no poca gente le gustó más la primera entrega de la saga (Los hombres que no amaban a las mujeres) que esta segunda película basada en la popularísima trilogía literaria sueca de Millennium escrita por el fallecido Stieg Larsson (ya se vienen las versiones hollywoodenses con David Fincher como director, Daniel Craig como protagonista masculino y Carey Mulligan u otra actriz de moda como heroína).

Sostienen que en el film original había más frescura (?) y sorpresa por el hecho de que fue allí cuando aparecieron en pantalla la intrigante joven Lisbeth Salander (con su rebeldía, su look dark y su blanca palidez, su bisexualidad, sus piercings, sus tatuajes, su ropa de cuero, y su capacidad como hacker e investigadora) y al ya maduro e igualmente conflictuado periodista Mikail Blomkvist.

A mí, en cambio, me atrapó más este segundo film. Le vuelvo a ver las "marcas", las "costuras", las articulaciones que sostienen un atrapante y al mismo tiempo algo calculado producto con toques de perversión y audacia. Aquí, Salander y Blomkvist (ella esta vez con mucho mayor protagonismo que él) deberán enfrentar a una red dedicada al tráfico sexual con prostitutas de Europa del Este como víctimas y poderosos clientes involucrados.

Lisbeth se verá incriminada en un doble asesinato y deberá apelar a todo tipo de recursos (y a la violencia) para evitar ser atrapada por distintos bandos. Se convertirá, por lo tanto, en una suerte de "vigilante", de despiadado ángel vengador.

El film -más allá de la estructura a-lo-Agatha Christie de toda la franquicia literaria- adquiere un intereante aire lynchiano con personajes extremos y una apuesta por el absurdo que podrá irritar a algunos, pero que para mí le da un mayor vuelo narrativo y visual.

No todas los momentos son igual de inspirados ni efectivos (es floja y está pobremente resuelta, por ejemplo, una larga secuencia en un galpón/granero incendiado), pero le alcanzan su buen dispositivo, sus climas, su dosificación del suspenso y la tensión y -claro- la fascinación que genera la magnetica Salander creada por Noomi Rapace para hacer de La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina un más que digno thriller.