La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina

Crítica de Carlos Herrera - El rincón del cinéfilo

Cuando hay una polémica en Europa sobre si Stieg Larsson fue en realidad el autor de las novelas que componen la trilogía denominada Millennium, llega a las pantallas argentinas la versión cinematográfica de la segunda historia de la saga con las vicisitudes que afrontan, en su extraña relación, el periodista Mikael Blomkvist y la hacker Lisbeth Salander, El título que le dio Larsson a esta segunda entrega en idioma sueco puede traducirse al español literal y acertadamente como “La chica que jugó con fuego”, pero en el mundo hispano ha sido traducida comercialmente como “La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina”. Afortunadamente en la Argentina se la conoce como “Millennium 2”, que aprovecha la repercusión mundial que tuvieron los libros de Stieg Larsson publicados después de su muerte y es, además, el nombre de la revista en cuya oficina de redacción el personaje central desarrolla su actividad periodística.

Esta vez la trama argumental se centra más en el personaje de Lisbeth Salander, quien vuelve a Suecia luego de haber viajado alrededor del mundo con el dinero que le “confiscara” al sádico Wennerström. Con su habitual carácter antisocial sólo se reencuentra con Mimmi, su amiga y amante, y no se comunica con Mikael Blomkvist, quien trabaja en esos momentos en la próxima edición de un libro que denunciará la sórdida vinculación entre policías y traficantes de mujeres para hacerlas trabajar como prostitutas. El periodista y la hacker volverán a encontrarse cuando Lisbeth se venga de su tutor legal, el abogado Bjiurman. A partir de allí la historia toma un rumbo bien diferente a la primera entrega de la saga porque esta vez Mikael, en su investigación, descubrirá los traumas que condicionan la vida de la muchacha.

El desarrollo de esta obra cinematográfica contiene muchísima acción, escenas de luchas con reminiscencias orientales y del boxeo occidental, efectos especiales de muy buena factura y un ritmo que se mantiene uniforme a lo largo de toda la proyección.

El realizador Daniel Alfredson logró que la narrativa no sea densa, aunque el espectador debe estar atento, sobre todo si no vio la primera entrega, pero ninguna escena es distendida, por lo tanto esto provoca que la platea no pierda la atención.

En la dirección de actores se ha hecho hincapié en la composición a partir de los condicionamientos de la imagen que el autor describe en sus libros, que confesó escribía por placer y puede por eso, deducirse que el personaje del periodista es en realidad el “alter ego” de Larsson y fue captado a la perfección por el actor Michael Nyqvist para interpretarlo. Difícil es la construcción de un personaje como el de Lisbeth, encerrada en un mundo donde sus heridas psíquicas nunca cicatrizaron, que mancilla su cuerpo con piercings y tatuajes como medio para poder individualizarse, la actriz Noomi Rapace trabajó la paradoja de la “no expresión” para transmitir todo lo que le sucede a la muchacha en su interior, no en vano este trabajo le ha valido ser considerada una de las mejores actrices europeas. También es destacable el trabajo de Lena Endre como Erika, la socia y amante de Mikael, al componer a la clásica mujer que opta con naturalidad por todo lo que la vida le ofrece para disfrutar y acepta lo malo que pueda ocurrirle como consecuencia de sus elecciones sin culpar a nadie.

Alfredson trabaja en estos momentos sobre la tercera entrega de la saga aunque ya se anunció en Hollywood que para 2011 se estrenará la versión cinematográfica estadounidense que condensará las tres historias.

Este thriller con subtramas de otros géneros es recomendable para los amantes del suspenso y la acción.