La chica del dragón tatuado

Crítica de Karen Riveiro - Cinemarama

Ese oscuro objeto de deseo

Finalmente la saga creada por el escritor sueco Stieg Larsson llegó a Hollywood. Luego de la adaptación cinematográfica a cargo de Nies Arden Oplev, Fincher tomó el mando. Para esta primera parte, el gran cambio derivado parece estar en el título: La chica del dragón tatuado en lugar de Los hombres que no amaban a las mujeres. Por mucho que éste último lo supere, la elección parece la adecuada al menos en lo que se refiere al foco desde el cual Fincher construye su película: Lisbeth Salander. La potencialidad de este personaje (que ya podía verse en la versión sueca de la saga, cuando Noomi Rapace era quien la interpretaba) es ahora desplegada casi en su totalidad, de modo que funciona como el núcleo alrededor del cual todo lo demás gira.

La trama es prácticamente idéntica. Con la esperanza de huir de una acusación de difamación que pesa sobre él, un periodista llamado Mikael Blomkvist (Daniel Craig) decide trasladarse a una isla en el norte de Suecia, donde el crimen no resuelto de una joven aún atormenta a su viejo tío. Blomkvist pasará meses investigando a la rica y extraña familia, para lo que contará con la ayuda de Lisbeth Salander (Rooney Mara), una ingeniosa hacker de veinticuatro años que se volverá imprescindible para la resolución del caso.

Ya desde los títulos, con una oscura danza de cuerpos y seres extraños que se mueven al ritmo de Inmigrant Song de Led Zeppelin, la estética general queda planteada. En esta especie de videoclip introductorio, Fincher deja claro que todo aquello que transite el mundo Millennium contribuirá antes a completar la armonía del universo Lisbeth que a un desarrollo independiente: los asesinatos, la familia Vanger e incluso Mikael Blomkvist son, aunque todavía autónomos, siempre complementarios de su caracterización. Así, tanto la trama como los personajes en general constituyen siempre un puente para llegar a la joven protagonista, no solo desde lo narrativo sino también desde la puesta en escena.

Pero, y aunque gran parte de los picos de emoción, impresión o humor están fuertemente concentrados en el accionar de Lisbeth, el gran logro de Fincher está en lo intachable del resto del relato. Aún concentrándose en un único elemento, su película sobrevive a las adversidades de la adaptación sin problemas, con una calidad visual notable y sin agotar las posibilidades de una historia a la que, por cierto, aún le quedan dos capítulos más.

Si bien muchos señalan el gran parecido narrativo entre ambas, Los hombres que no amaban a las mujeres suena ya a un título imposible. Es que La chica del dragón tatuado no sólo es la familia Vanger, los asesinatos o la carrera de Blomkvist sino, por sobre todo, David Fincher y Lisbeth Salander, la protagonista que con su carisma y conjunto de afinidades estéticas parece haber inspirado gran parte de esta digna adaptación.