La chica del dragón tatuado

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Seré concreto: La Chica del Dragón Tatuado es un ejercicio de futilidad. Es una experiencia similar a ver la versión de Psicosis de Gus Van Sant - prácticamente un calco del original, fotograma por fotograma -, con la diferencia de que el director al que le tocaron el traste en esta ocasión era el sueco Niels Arden Oplev y no ese ícono sagrado que era Alfred Hitchcock (y por ello, nadie salió a prenderle fuego a los cines en donde exhibían la película). La remake norteamericana no sólo no es original - ni en lo visual ni en lo conceptual - sino que aporta su propia cuota de pifias, las cuales - aunque sean pocas o pequeñas - la hacen inferior al original sueco.

Que los norteamericanos hagan remakes de filmes extranjeros exitosos por el simple hecho de que no les gusta leer los subtítulos (!) es una clara muestra de su ignorancia. Acá tomaron un policial sueco, lo fueron a filmar a Suecia, lo rodaron prácticamente en las mismas locaciones que el filme original, consiguieron a un cast genéticamente idéntico a los actores suecos que participaron en la película primigenia, calcaron las tomas y los diálogos... y aún así, terminan obteniendo algo que es inferior. La Chica del Dragón Tatuado carece de potencia, principalmente porque el filme parece centrarse más en Daniel Craig que en el personaje de Rooney Mara; y aunque la Mara destila excentricidad, está a años luz de la furia animal que escondía Noomi Rapace en Los Hombres que no Amaban a las Mujeres. Es una nerd antisocial fría y antipática, no una sicótica inteligente capaz de destrozarte en menos de 30 segundos si llegabas a enfurecerla.

Las tomas se ven muy similares, quizás demasiado. Uno lee por allí demasiadas estupideces, como que David Fincher volvió a las fuentes - el libro original - y creó algo de cero. Mentira, buuh, buuh. Fincher fue, cobró un buen cheque y calcó al filme original, simplemente porque el filme original era demasiado bueno para mejorarlo. Fincher quiso meterle ritmo y lo que logró fue descompaginar la armonía que tenía la exposición inicial del relato - acá la historia va a los sobresaltos y resulta difícil identificar a cada miembro de la familia Vanger, cuando en la película de Niels Arden Oplev la exposición era extremadamente didáctica -. Craig está ok en el papel, pero no tiene el mismo aura paternalista que poseía Michael Nyqvist (amén de que es físicamente más poderoso que Nyqvst, y por ello es inconcebible que lo atrapen y lo traten como un trapo) (dato para la trivia: ¿alguien se fijó la cantidad de gente relacionada con el mundo 007 que figura en este filme, incluyendo al ex candidato al papel Goran Visnjic y al ex villano Steven Berkoff?). Y de la dicotomía Rapace / Mara ya hablamos en líneas anteriores.

Pero lo más indignante es el final, que ha sido alterado de manera poco creíble. En el original, Blomkvist llegaba a una conclusión lógica y había una carga emocional muy fuerte; acá simplemente es confuso. Tampoco ayuda el climax extendido, en donde vemos a la hacker haciendo sus propios negociados durante 20 minutos - es la misma sensación que me dejó el final de El Señor de los Anillos: El Regreso del Rey; si los tiros y la acción terminaron hace media hora, ¿cómo inventar un final que satisfaga al espectador y no resulte un bodrio sobreexcedido? - . Mientras que en el original sueco uno paladeaba la revancha que le daba la vida a Lisbeth Salander, acá sólo vemos a una chica rara haciendo demasiados cambios de vestuario.

Sin dudas para quien no ha visto el original sueco, La Chica del Dragón Tatuado le parecerá un buen thriller; para mí, está demasiado descremado. Colmar a esto con cinco nominaciones al Oscar es un exceso - es una clara muestra de una cultura que sólo se adora a sí misma -, y es lo mismo que premiar a un deja vu, con la diferencia de que nuestro recuerdo ahora viene hablado en inglés y está protagonizado por actores conocidos.