La casa de las masacres

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Instigando el asesinato

En el campo de esos personajes bizarros que terminan aflorando y haciéndose conocidos por las redes sociales y las plataformas virtuales en general, sin dudas Tony E. Valenzuela es uno de los más particulares del lote: el señor alcanzó cierta notoriedad por ser el creador y el que impulsó el desarrollo de BlackBoxTV, un canal de YouTube especializado en cortos de terror y ciencia ficción que ha tenido una calurosa aceptación por parte del público. El susodicho a su vez concibió una buena tanda de productos asociados que hoy se extienden hasta La Casa de las Masacres (The Axe Murders of Villisca, 2016), su ópera prima como director en el séptimo arte, un trabajo basado en su propia experiencia visitando el famoso inmueble del título en inglés, aunque desde ya magnificando todo el asunto para sustentar un relato ficcional dentro de los parámetros del horror adolescente.

Para aquellos que no sepan de lo que estamos hablando, vale aclarar que la película hace referencia a una serie de homicidios que ocurrieron el 9 de junio de 1912 en la ciudad de Villisca, en el Estado de Iowa, que dejaron la friolera de ocho cadáveres: seis miembros de la familia Moore (un matrimonio y sus cuatro hijos) y dos invitados ocasionales (dos niñas amigas de los pequeños) fueron asesinados con un hacha poco después de la medianoche. A pesar de que hubo una larga lista de sospechosos, el crimen eventualmente quedó impune y nunca se supo a ciencia cierta quién fue el responsable de tamaña carnicería, lo que por supuesto no impide que el film en cuestión se juegue de lleno por la hipótesis de que el muchacho del hacha fue el Reverendo George Kelly, el ministro presbiteriano a cargo de los servicios religiosos -en la iglesia a la que solía acudir la familia- el día de la matanza.

Lamentablemente, como señalábamos con anterioridad, Valenzuela se limita a reconstruir las muertes sólo en el prólogo y en el desenlace y se concentra en cambio en el derrotero de tres adolescentes, Caleb (Robert Adamson), Denny (Jarrett Sleeper) y Jessica (Alex Frnka), en su visita nocturna y clandestina a la casona sede de los acontecimientos. Como era de esperar, los chicos poseen un canal de YouTube en el que suben videos acerca de distintos episodios vinculados con lo sobrenatural, al punto de que se hacen llamar el “Instituto Paranormal Maryville” y se definen como “cazadores de fantasmas”. El guión de Owen Egerton, a partir de una historia de Kevin Abrams y Valenzuela, da forma a personajes con carnadura y se asienta en un verosímil bastante bien trabajado, no obstante la trama cae en todos los estereotipos imaginables en torno a los relatos sobre casas embrujadas y similares.

Al igual que otras clase B recientes que podrían haber sido muchísimo mejores si hubiesen apostado a la desproporción o a un gore/ sustrato sexual más caudaloso, como por ejemplo Satanic: El Juego del Demonio (Satanic, 2016), Aplicación Siniestra (Bedeviled, 2016) y Buscando al Demonio (The Possession Experiment, 2016), a La Casa de las Masacres le juega muy en contra su propio conservadurismo, ese que la empuja a respetar de manera fundamentalista los resortes del terror sin el talento o la capacidad para llevarlos al extremo en un género que reclama una progresión meticulosa y en el que la mojigatería -cuando se dispone de recursos limitados- suele ser veneno. Si bien se agradecen los 78 minutos de un metraje que no se alarga innecesariamente y la ausencia de diálogos bobos símil coming of age, la obra nunca va más allá de la lógica de los posesos y la instigación del asesinato…