La calle de los pianistas

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Presentada en el cierre de la última edición del BAFICI, en el Teatro Colón, La calle de los pianistas acerca al público a la intimidad de la familia de pianistas Lechner-Tiempo.
Desde el primer piso de una antigua pero aristocrática casa de una calle de Bruselas se escucha el sonido que emite un piano. Una melodía clásica tocada con pasión. Es difícil distinguir quién lo toca. En esa casa, la abuela, la madre y el tío de Natasha Binder, protagonista del film, son pianistas. Incluso, la vecina pared a pared es pianista, una tal Martha Argerich.

No es muy difícil adivinar a que alude el título del film de Mariano Nantes, que se introduce en la intimidad de una dinastía musical que ha recorrido el mundo. El centro del documental es Natasha, una joven de 14 años, que en pocos días va a dar su primer concierto junto a su madre, la prestigiosa Karin Lechner.

Nantes no se mete en la vida privada-sentimental de la familia. Prefiere evitar el relato biográfico tradicional para concentrarse en el entrenamiento, los ensayos, las expectativas, el miedo, los nervios, la preparación de Natasha para el concierto, que le permitirá regresar a Buenos Aires, la tierra natal de su familia.

El documental exhibe una clásica relación madre-hija, donde ambas comparten una misma pasión, un mismo destino. Tres generaciones de pianistas unidas por un espacio común y el amor hacia un instrumento. Abuela y madre narran a Natasha sus propias primeras experiencias, le transmiten sus conocimientos, pero también las presiones que sentían, las inseguridades frente a cada concierto.
Estructurado a través del diario de Karin y sesiones musicales, La calle de los pianistas es un trabajo curioso, íntimo e irónico. Sergio Tiempo, notable concertista hermano de Karin, también participa e intenta empezar a transmitir su conocimiento a su joven hija de 4 años, que ya es un prodigio musical. El arte se lleva en la sangre. Es simpático también ver a una Martha Argerich descontracturada, de entre-casa, entrando y saliendo del hogar de los Lechner-Tiempo.

Impecable visualmente, prolija y con un meticuloso trabajo de montaje sonoro, el largometraje de Nantes sigue a los personajes sin intervenir, como testigo, metiendo al espectador como miembro silente de un departamento que respira música.

La orgánica vida de Natasha frente a las cámara, la honestidad que transmite es lo que lleva adelante un film meticuloso pero simple, que no cae en lugares comunes. Nantes le da la oportunidad al espectador de disfrutar en primera fila, hermosos conciertos de piano y también una relación afectuosa.

La calle de los pianistas muestra el costado humano de una familia de artistas, con el talento impregnado en los genes. Un afectuoso retrato/homenaje del talento argentino que brilla en el mundo.