La cabaña del diablo

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Pases diabólicos en Colombia

Un señor estadounidense de treinta y pico de años, viudo y con una hija de 18, llega a Colombia con su prometida, que habla con un fuerte acento inglés. Allí se encuentra con su hija y con la hermana periodista de la esposa muerta. Y con un camarógrafo colombiano que anda noviando con su hija. Hay un conocimiento del español no equitativamente repartido entre este grupo de gente, que encara un viaje caprichoso de Bogotá a Medellín por un camino doblemente caprichoso. Hay un accidente bajo la lluvia filmado de manera decorosa, incluso con cierto atractivo. Gente lastimada y perdida que llega a una casona que luce tenebrosa, aunque con buenos cimientos. Y sí, hay una presencia diabólica. Y un posterior pase de malignidad en una danza entre personajes que importa poco.

La enésima película de terror estrenada en este 2015 no pertenece al escuálido grupo de las destacables del género. Ésta es de las que ofrecen actuaciones mediocres y sin sentido del humor, de las que intentan asustar con las presencias detrás de las puertas que se cierran, los pelos sobre la cara y las voces mutantes, de las que empiezan con un sueño totalmente innecesario. A su favor hay que decir que La cabaña del Diablo (¿cabaña?) no es del todo espástica en su narrativa.