La batalla de los sexos

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Machismo contra la pared

Para poner en valor “La batalla de los sexos” hay que ambientarse en una década del 70 atravesada por el surgimiento del hippismo y donde cierto aire revolucionario en lo cultural chocaba contra los eternos conservadores de la moral y las buenas costumbres. En ese escenario surge Billie Jean King, una tenista que fue una de las estrellas del tenis mundial y que adquirió protagonismo por su activismo en defensa de los derechos femeninos. La primera escena del filme revela, quizá innecesariamente, un hecho que sucederá más adelante, pero no le quita mérito a este logrado biopic codirigido por Jonathan Dayton y Valerie Faris. La por entonces número uno del ranking levanta los brazos en señal de victoria y recibe el saludo del presidente Richard Nixon. Más que suficiente para entender la importancia del tenis en Estados Unidos en un momento clave. King (magistralmente interpretada por Emma Stone) es fiel a su instinto. No se resigna a ganar menos que los tenistas ni tampoco a frenar un deseo sexual, pese a que para la vista del mundo vive feliz con su esposo, que además es su manager. En pleno quiebre con la federación de tenis, su corazón también quebrará ante la dulce mirada de su estilista, con quien vivirá un romance inevitable. En ese contexto aparece el díscolo Bobby Rigs (Steve Carell, en un personaje a su medida), que fue número uno del mundo, y que hoy a los 55 años sigue siendo un adicto al juego. Así como es capaz de jugar al tenis con dos perros, total de ganar dinero, se le ocurrirá batirse a duelo con una mujer en una cancha de tenis. La idea no es sólo medir quién es el mejor, sino exponer la rivalidad del machismo contra el feminismo. Para verla hasta el último match point.