La Bahía

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Tu cuerpo es mi moda

En “La bahía” todo es extraño. Y quizá esa rareza, con personajes extravagantes y un humor físico, por momentos hasta exacerbado, genera que la película sea atractiva, sin que ello signifique brillante. El realizador Bruno Dumont propone una caricatura de la familia burguesa de Francia, a la que le propina una mirada despiadada. Ambientada en el verano de 1910, todo transcurre en el paisaje de la costa Channel, con el foco puesto en el choque brutal de clases. Por un lado, la ostentación de los Van Peteghem, que viven aburridos mirando la vida pasar desde su mansión. Y por el otro, una familia de pescadores, los Brefort, cuyas costumbres alimenticias no son las más usuales. Enmarcada dentro del género de comedia negra, la película tiene un guiño al policial a partir de la desaparición misteriosa de algunos turistas. Para investigar el caso aparecen en escena Machin y Malfon, dos inspectores desopilantes a los cuales es muy fácil asociarlos a El Gordo y El Flaco, no sólo por los parecidos físicos, sino también por el tono de aquellos personajes. Al director no le temblará el pulso para mostrar la ineficacia policial y la depravación y decadencia de la sociedad burguesa, a la que expone mostrándolos tontos, torpes, vulgares y hasta con delirios místicos. En medio de esa mirada habrá una historia de amor teñida de ambigüedad, es el romance del pobre y del rico, del marginado y el poderoso, plasmado en la piel de un pescador que no teme en decir “te amo” y un personaje travestido. Para que la caricatura tome un ribete más metafórico, Dumont le agrega una pizca de cine fantástico, con personajes que, literalmente levantan vuelo. La antropofagia, efectuada por la familia más vulnerable, es otra metáfora, quizá la más cruel de la película.