Kingsman. El círculo dorado

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Divertida secuela de una parodia

Tres años después del sorpresivo éxito de Kingsman: El servicio secreto, llega esta secuela que -como suele ocurrir en Hollywood- redobla la apuesta. El círculo dorado tiene más minutos (los 141 resultan exagerados), más personajes (hay varios intérpretes consagrados con participaciones no del todo aprovechadas), más escenas de acción y más humor absurdo, pero el resultado artístico ratifica esa máxima que afecta a tantas sagas: más es menos.

El guionista y director inglés Matthew Vaughn retoma los personajes basados en el cómic de Mark Millar y Dave Gibbons para esta parodia de las películas de espías (con James Bond como estandarte) con un héroe juvenil (el Eggsy de Taron Egerton) y la voz de la experiencia y la sensatez a cargo del Harry Hart de Colin Firth, quien "revive" tras el film original (milagros que sólo existen en la industria del cine). Las diferencias generacionales son precisamente unos de los ejes humorísticos que mejor funcionan en esta franquicia que viene a burlarse de los lugares comunes del subgénero de historias de agentes secretos.

Otro de los hallazgos de esta suerte de montaña rusa sin freno de más de dos horas que es Kingsman: El círculo dorado es Poppy, la malvada de historieta que compone Julianne Moore, capaz de pasar el cuerpo de alguien que no le cae demasiado bien por la picadora de carne y, a los pocos instantes, servir una hamburguesa con una sonrisa de oreja a oreja.

El virtuoso y desprejuiciado realizador de No todo es lo que parece, X-Men: Primera generación y Kick-Ass propone unas cuantas escenas de acción espectaculares y construidas con indudable profesionalismo, mucho humor negro, una enorme cantidad de personajes secundarios que resultan uno más ridículo que el otro (a Moore se suman desde Channing Tatum hasta Jeff Bridges, pasando por Halle Berry, Bruce Greenwood como un patético presidente de los Estados Unidos y el mismísimo Elton John en plan autoparódico), pero por momentos el efecto de acumulación genera la sensación opuesta a la buscada: con más desconcierto e irritación que fascinación. De todas maneras, y a pesar de ubicarse un par de escalones por debajo del film original, El círculo dorado tiene unos cuantos pasajes que invitan al disfrute y a la risa. En estos tiempos de películas sin demasiado riesgo le alcanza para destacarse.