Justicia final

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Está en los genes

Con el máximo rigor que se puede esperar de un (tele)filme esquemático, los seis primeros planos de Justicia final muestran la escena de un crimen. Se nos advierte que la historia está basada en un hecho real y que todo empezó en 1980, en Ayer, Massachusetts. Después conoceremos al supuesto asesino: Kenny Waters (Sam Rockwell). Luego a su hermana, Betty (Hilary Swank), quien se convertirá en su abogada.

Desde un inicio las coordenadas simbólicas de los personajes serán claras: el patrimonio de Betty y Kenny ha sido quererse y sostenerse. En más de un sentido son sobrevivientes de un sistema económico, tanto como su madre, que apenas ha podido criarlos.

En efecto, la clase trabajadora norteamericana de zonas periféricas no vive en el sueño americano. ¿O sí?

En 1983, Kenny, que tiene una hija todavía bebé, será acusado de haber apuñalado a una mujer alemana, ligada superficialmente a la niñez de los hermanos.

La esposa, inesperadamente, declarará en su contra y una ex novia también aportará algún dato agravante. La evidencia está en la palabra, y la verdad jurídica es el corolario de un relato. Kenny no es precisamente una criatura serena, pero su proclividad a la violencia jamás hará dudar a su hermana de su inocencia. Serán unos largos 18 años para probarla, y en ese tiempo Betty criará a sus hijos, se separará de su marido, trabajará como camarera y estudiará derecho con un solo objetivo: liberar a su hermano.

Goldwyn, como cualquier director, toma decisiones. Los flashbacks de manual acerca de la infancia suministran la indefensión de los niños y suelen enfatizar la ligazón entre los hermanos adultos.

Los personajes resultan unidimensionales: están los buenos, los corruptos, los sensibles y quienes están perdidos.
Para demostrar el tesón proletario, todos los intérpretes giran alrededor de Swank. El viejo mito del individuo que vence momentáneamente al sistema revive aquí sin escrúpulo, aunque el discreto aporte del filme pasa por recordarnos que una prueba de ADN es más poderosa que un discurso y un testimonio.

Ya sabemos que si un filme arranca con una declaración sobre el carácter verídico del relato esto implica saber algo más al final de la película. Se nos contará que triunfaron y veremos la fotito de los verdaderos protagonistas. Validación de una fantasía colectiva y mágica que equipara la vida con las películas. Será por eso que nada se dice acerca de la muerte de Kenny en un accidente, tan sólo seis meses después de que parecía haber regresado a la vida.