Juntos para siempre

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Resplandor de la mente de un guionista

Pablo Solarz ofrece una mirada original acerca del universo de los escritores de cine. Y lo hace a partir de la historia de un autor que niega su pasado inventando una vida de ficción. Con Peto Menahem y Florencia Peña.

Un viejo axioma del cine sugiere que un guión es algo transitivo entre la escritura y la puesta en escena en imágenes a cargo del director. Otro expresa que la palabra escrita puede disimular ciertas deficiencias de una película, en tanto, un tercero afirma que el guionista nunca debería dedicarse a la realización. Y se podría seguir invocando añejas sentencias, frases, suposiciones y comentarios varios sobre el lugar que ocupa un guión en la concepción de un film. Juntos para siempre, opera prima de Solarz, obviamente reconocido guionista, plantea interrogantes sobre el tema desde un costado original, por lo menos dentro del cine argentino, al meterse en la cabeza de Javier Gross (Peto Menahem), un tipo obsesivo con su trabajo al que poco parece afectarle su ruptura con Lucía (Malena Solda).
Es que en Juntos para siempre todo sucede desde el universo de guionista de Javier: la tragicómica historia que está escribiendo, su particular reflexión sobre el mundo, la opinión que tiene de las mujeres, la relación que mantiene con su absorbente madre (Mirtha Busnelli, en lograda performance caricaturesca). Otra mujer surgirá en la vida del personaje, la tonta y superficial Laura (Florencia Peña), que engrosará la dosis de misoginia de Javier según su plan de sustitución de pareja, pretendiendo olvidar a la ausente (pero presente aún) Lucía. Solarz elige un tono amargo y patético, acumulativo en diálogos y monólogos feroces a cargo del personaje central, dentro de una película que omite –por suerte– el camino políticamente correcto de muchas comedias del mainstream vernáculo. Javier es un personaje denso, simpático y agresivo con sus dos mujeres, un tipo que siente afinidades con la criatura que está construyendo desde la escritura (interpretada por Luis Luque), un sujeto en permanente tensión que intercambia realidad con ficción en dosis similares. En esas capas superpuestas que Solarz propone desde su guión, Juntos para siempre converge hacia otro axioma, también reconocido: al tratarse de la película de un guionista que se coloca detrás de las cámaras, las hilachas y costuras de la palabra escrita resuenan impecables, perfectas, acaso excesivamente encorsetadas. Es decir: no quedan dudas que se trata de la película de un guionista sobre otro guionista que escribe la historia de un personaje de ficción que tendrá más de un parentesco con el excedido Javier (brillante, Menahem).
Sin embargo, esto no invalida que Juntos para siempre termine siendo una película original, digna de discutir, donde las virtudes se imponen a los defectos, mucho más dentro de las convenciones del adocenado cine industrial argentino.