Jungla

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

EL PROBLEMA DE QUÉ CONTAR Y CÓMO CONTARLO

Greg McLean sorprendió gratamente con su debut, El cazador de Wolf Creek, un film australiano de terror influenciado por distintos hechos reales, donde tres jóvenes mochileros eran acosados y cazados por un psicópata en el medio del desierto. Era una película con climas progresivamente inquietantes y asfixiantes, con un villano despiadado, que dejaba ver a un realizador con sólidas ideas para la puesta en escena de la violencia y las circunstanciales relaciones con el paisaje. Luego le siguieron films no tan logrados pero aún así interesantes, como Río de sangre y The Belko Experiment, que probaron la obsesión del realizador por ese salvajismo inherente dentro del ser humano y cómo influye el contexto que lo rodea.

En Jungla vuelve a aparecer la naturaleza como factor determinante, a partir de la adaptación de las memorias del israelí Yossi Ghinsberg (Daniel Radcliffe en una de esas performances comprometidas hasta lo enfermizo), un mochilero de recorrida por el mundo que en 1981 se internó con dos amigos y un guía en la selva boliviana, buscando una legendaria villa indígena. Obviamente, las cosas terminaron bastante mal, con una enorme cantidad de dificultades, una dispersión absoluta del grupo y Ghinsberg perdido en la selva, al borde de la muerte. Otra vez el hombre luchando contra los elementos, contra un pasaje que puede ser maravilloso y fascinante, pero también inescrutable y despiadado.

La gran dificultad que encuentra aquí McLean es sobre qué hacer foco verdaderamente, porque Jungla no solo narra esa típica historia del hombre llevado al límite de sus posibilidades físicas y psicológicas, sino también un cuento moral y de crecimiento, donde intervienen factores vinculados al pasado de Ghinsberg -con una figura paterna que es para él una carga muy pesada- pero también esa mirada sobre la otredad y las culturas foráneas. Es posible que a McLean le termine jugando en contra el trabajar sobre un material ajeno, del que no consigue apropiarse de forma pertinente, sin hallar los tonos pertinentes. Por eso la película cae en numerosos flashbacks donde el dramón familiar empantana todo lo que sucede y en pasajes dominados por una visión complaciente sobre las civilizaciones indígenas y sus cruces con las perspectivas occidentales.

Donde Jungla fluye mucho mejor es cuando coquetea con el terror, con la naturaleza como un villano tan feroz como elusivo, y con el protagonista que es Ghinsberg totalmente desorientado, alucinando y sin respuestas para enfrentar un entorno hostil. Es, claro, territorio conocido para McLean, quien demuestra tener conocimiento y capacidad para montar una puesta en escena donde el miedo y la incertidumbre son las reglas dominantes. Pero esos momentos son escasos y no llegan a tener una incidencia potente en un film que está lejos de generar la empatía necesaria.