Jumanji: En la Selva

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

LA COMEDIA SE DA LA MANO CON LA AVENTURA

La Jumanji original, dirigida por Joe Johnston y estrenada en 1995, era una aventura mucho más oscura de lo que podía aparentar en la superficie. Detrás del diálogo con lo lúdico y cómo la aventura cobraba vida a partir de poner en escena la narrativa de un juego de mesa, el andamiaje que sostenía la trama era un drama familiar focalizado en el impacto de la pérdida y la conflictividad paterno-filial. La presencia de Robin Williams era apenas un aliciente, una especie de puerta amable para que el público familiar pudiera asimilar de forma más eficaz los elementos siniestros del relato. Jumanji: en la selva es algo distinto, que usa a la iconicidad de su predecesora como trampolín para otros propósitos.

Porque esta nueva Jumanji es esencialmente una comedia que utiliza a la aventura como hilo conductor. Eso ya estaba implícito en los nombres involucrados: desde el director Jake Kasdan (realizador de Malas enseñanzas y la notable Camino duro – La historia de Dewey Cox) hasta Dwayne Johnson (un tipo que siempre se sintió cómodo dentro de esquemas humorísticos), pasando por Jack Black, Kevin Hart y Karen Gillan, todo apuntaba al terreno de la comedia. Y hacia ahí va el film, casi desde el primer minuto, incluso mientras va presentando su premisa, donde el juego de mesa es reconvertido en un videojuego que absorbe a cuatro adolescentes que se verán convertidos en los avatares que habían elegido para jugar y que deberán terminar la misión encomendada para salir del universo lúdico.

Entonces Jumanji: en la selva incorpora el lenguaje de los videojuegos y la puesta en escena aventurera para montar una comedia autoconsciente, que siempre está reflexionando sobre sus propios dispositivos. Y cuando hablamos de dispositivos, no nos referimos sólo a los distintos elementos que van componiendo a los videojuegos o los nudos narrativos que cimentan el relato aventurero. Porque lo central termina siendo la reflexión sobre los estereotipos, los prejuicios y cómo estos condicionan las conductas. En esa operación discursiva, es clave la distribución de personajes interactuando: el joven nerd que se transforma en el musculoso Johnson; el muchacho atlético convertido en el diminuto Hart; la chica linda y popular que pasa a estar en el cuerpo del gordo Black; y la joven tímida que debe acostumbrarse a ser la bella y atlética Gillan. Esa vía para la comedia puede parecer extremadamente lógica y simple, elemental incluso, y en parte lo es, pero no deja de requerir de una ejecución fluida, de una interacción equilibrada donde nadie quede desdibujado pero tampoco monte un show propio que opaque a los demás.

En ese desafío que implica desplegar personajes, ponerlos a desarrollar sus propios conflictos individuales en función del conflicto mayor -que es de aprendizaje sobre uno mismo y los demás-, Kasdan demuestra tener cintura, conocimiento del ritmo cómico y a la vez cariño por la aventura, sin descuidar ninguna de las variables. Pero no está solo: es patente la nobleza de los actores, que pueden ser conscientes de sus respectivos estatus de estrellas pero no quitan el foco del tono apropiado para componer sus respectivas dobles personalidades y lo que requiere la trama central. Jumanji: en la selva es fundamentalmente una película grupal, donde puede haber liderazgos específicos pero el héroe va adquiriendo características corales y matices variados.

De paso, esta secuela/reversión consigue una pequeña hazaña extra, que es la de funcionar no sólo como una comedia de diversas tonalidades, sino también como un espectáculo potente. Hay una estética indudablemente artesanal, un coqueteo con la nostalgia y reminiscencias de los ochenta y noventa, pero también piezas de espectacularidad (como esa gran secuencia en helicóptero) con un preciso componente humano. Eso compensa un villano desdibujado, que es apenas una mera excusa, porque el foco no pasa por el enfrentamiento con un Mal antagónico sino por la evolución del cuarteto protagonista. En el medio, Johnson hace gala de un carisma indestructible; Black vuelve a ser un anarquista en el mejor sentido posible (hay una escena que gira alrededor de su pene que es gloriosa); Hart demuestra desde su cuerpo que no le teme al ridículo; y Gillan seduce, patea traseros, divierte y se divierte.

La película de Kasdan respeta al original pero no le tiene miedo y emprende su propio trayecto. Ese trayecto es divertido y atrapante. Cuando quiere, cuando tiene claro qué contar y dispone los elementos de la manera adecuada, Hollywood construye piezas de entretenimiento nobles, felices. Jumanji: en la selva es una de ellas.