Juan de los muertos

Crítica de Ignacio Moretti - Función Agotada

La película comienza con un plano cenital giratorio de Juan (Alexis Diaz Villegas) acostado en su balsa que flota en el medio del agua, como una isla, como su Cuba natal. La balsa, tan relacionada al escape para los que miramos de afuera, lo es también para Juan, pero su escape no es de la isla, sino del trabajo. Juan es recolector, una suerte de pescador en balsa, que más que trabajar espera. Vive esperando tener sin hacer. Su paz es interrumpida por un encuentro inesperado con un zombi, o lo que nosotros, los que vemos desde afuera, sabemos que es un zombi, pero que en la isla se confunde fácilmente con un disidente del régimen.

Las razones de semejante catástrofe son irrisorias, una mera excusa para desatar el desastre. La película lo entiende así y deja el origen a la imaginación del espectador, que sabe tanto de lo que está ocurriendo como Juan. Antes de que nos acostumbremos a la idea de los muertos-vivos, el protagonista de esta historia ya está lucrando con ellos: “Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos, en qué puedo ayudarlo” reza el slogan y saludo telefónico del emprendimiento comercial postapocalíptico que el versátil Juan no pierde tiempo en comenzar. Como ya lo hiciera Edgar Wright con la genial Shaun of the Dead, tomando el género y, desde adentro, construyendo una comedia genial y sobre todo original, que es algo que no abunda en lo que a zombis se refiere; Juan de los Muertos (Juan of the Dead, en su traducción norteamericana), sigue la misma línea, construye una comedia en la que cobra vital importancia el contexto cultural en el que se desarrolla (se podría decir lo mismo de la de Wright), y que no cae en el ya insoportable y constante ralenti estetizador de muertes, que los realizadores zombi lucen como una manada masificada de muertos-vivos. En Juan de los Muertos no hay canchereo a la hora de exhibir, en cada escena se privilegia la trama, o el paso de comedia, o, principalmente, la analogía entre la crisis zombie y la constante crisis económica que se vive en la isla.

En Juan de los Muertos no hay canchereo a la hora de exhibir.
Es en esa crítica donde la película por momentos me hace ruido. Juan es cubano, como la película en cuestión, por más que la dirija un argentino, que la mayoría de los fondos provengan de España, y que no haya sido estrenada en Cuba. Juan es cubano, y así como su nombre podría ser un modelo para representar a todos los nombres, su personalidad y reacción ante una crisis parece que representan al pueblo cubano; al menos bajo la mirada del director argentino radicado en Cuba, Alejandro Brugués, que ve el desencanto de una población que creyó en la revolución y que hoy ya no cree en nada. Juan de los Muertos es quizás su forma de expresar ese sentimiento. Forma que no se limita a las formas, sino que invade el contenido de la película de una manera ocasionalmente sutil, tiñéndose de denuncia en cada diálogo, en cada escena en las que se ven los hilos de la analogía. Imposible pensar que el régimen cubano esté exento de críticas, pero las que se subrayan acá se asemejan bastante a las críticas foráneas, más que a las de un ciudadano de La Habana. Frases como “esta vez los malos no son los yankees, sino un enemigo real“; o la inclusión de un “héroe” norteamericano que sabe lo que está pasando, quiere ayudar, sabe cómo hacerlo, pero que es ignorado y luego muerto porque no lo entienden; o un cartel con el lema “revolución o muerte” que cae sobre varios ciudadanos, dejando a la muerte sin revolución; o el hecho de que la hija de Juan sea española, y que de ella emanen todos los comentarios críticos y correctivos hacia Juan/Cuba. Lo que podría ser considerado como una ironía, o simplemente pasado por alto, cobra gravedad e importancia por el énfasis que pone el director en que no se nos pasen por alto esos “detalles” que nos explotan en la cara.

¿Pero quién necesita sutilezas en una de-zombis? Subgénero del grotesco y del homicidio sin culpa. Subgénero de molde acotado, pero de un material que se dobla y estira a gusto del realizador. Como bien dirán los sobrevivientes en una escena que habla de los zombis propios, pero bien podría estar hablando de todo el subgénero: “solo se saben dos cosas de los zombis, que mueren con un severo trauma craneal, y que hay algunos que caminan y otros que corren“. El resto de características quedará a libre interpretación, ya sean zombies, infectados, monstruos o disidentes pagados por los gringos.