Jobs

Crítica de Laura Osti - El Litoral

El cine queda en deuda con Steve

“Jobs” pretende ser una biografía del célebre creador de la computadora Apple y de una serie de innovaciones tecnológicas que han marcado la industria del sector entre finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Una historia que todo el mundo conoce por ser contemporánea y ampliamente difundida por todos los medios de comunicación.

Steve Jobs fue sin dudas un genio, un creativo y un hábil negociador. Pero la película de Joshua Michael Stern, con guión del debutante Matt Whiteley, apenas si se queda en un esbozo, en un apunte más cercano a la maqueta que al retrato.

Da la sensación de que el tema le queda grande y lo desborda permanentemente y vacila entre la figura del protagonista, con su propio peso específico, y la historia de la compañía que él creó, un gigante que adquirió vida propia y que también merecería una investigación aparte.

En definitiva, se queda a mitad de camino entre ambas opciones y ofrece un salpicado de información superficial que no satisface la curiosidad del espectador.

La biografía arranca en el año 1974, cuando el joven vegetariano Steve se pasea descalzo por los jardines del college, tratando de encontrar su verdadera vocación, mientras en sus ratos libres experimenta con drogas como el LSD y otras, de consumo típico en la época.

Hijo adoptivo de un matrimonio de clase media, sigue su inspiración y, con el apoyo de sus padres, empieza a dar los primeros pasos de lo que sería la computadora personal de su invención, en el garaje de su casa, con la ayuda de un grupo de amigos, todos típicos nerds de la electrónica.

Y como todo el mundo sabe, lo que empezó siendo una aventura casi adolescente, adquirió luego dimensiones extraordinarias capaces de poner en jaque al emporio de la informática IBM y hasta, como dicen los especialistas, de cambiar el mundo.

Pero la película no profundiza en ninguna de estas cuestiones, tal vez dando por descontado que el espectador ya está suficientemente informado al respecto, y trata de ventilar aspectos de la personalidad de Jobs, a quien muestra como un genio contradictorio, capaz de ser cruel y despiadado con sus amigos y también con quien fuera su pareja y madre de su primera hija, a quien se resiste a reconocer.

El guión sigue de manera lineal en el tiempo la sucesión de hitos que marcaron la evolución de la firma Apple, que primero surgió como una plaqueta que podía ser conectada a un monitor o televisor y que cualquiera podía armar en su casa, hasta los nuevos chiches como el IPod y demás. Y brinda algunas pistas de las rencillas internas que se generaron en la empresa, que hasta en algún momento desplaza a su propio creador de la conducción de la misma. Un tema tan interesante que hubiera justificado una película aparte pero que aquí apenas se queda en el apunte.

Lo que sí es verdaderamente destacable es el trabajo de caracterización que hace el actor Ashton Kutcher, quien aprovechando su parecido físico con Jobs, copia sus gestos y su modo de caminar hasta provocar casi una ilusión óptica, aunque eso no se traduce en otros logros que hubieran sido necesarios para dar una verdadera carnadura al personaje.

Los realizadores también tuvieron la misma dedicación en la caracterización de todos los otros personajes, en lo que se ve una preocupación bastante acentuada por la apariencia, para que su fisonomía se ajuste lo más posible a la de cada uno de los verdaderos protagonistas.

Se hace deseable que hubieran tomado la misma dedicación para ahondar en la historia.