Jobs

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

Un profeta

Hacia el desenlace del film, un empleado de Apple se encuentra con un Jobs que vuelve a la empresa que fundó en calidad de “asesor” tras su periodo en neXT. Obviamente hay un aura de respeto sacro hacia su figura que la película no duda en resaltar entre los gestos de Ashton Kutcher y las miradas atónitas de los extras, sumando una iluminación amable y amarillenta, que se complementa con el diálogo donde el muchacho le dice que la empresa necesita recuperar su “visión”. El Jobs de Kutcher se emociona y se produce un silencio en el plano general. Le habla de cómo hay que recuperar sus ideales, que creía que se basaban en la necesidad de que las partes informáticas sean una extensión biológica del cuerpo humano.
Todo esto, que es un panfleto condescendiente e inverosímil que podría servir como una sinécdoque de la película en su conjunto, se diluye rápidamente, pero no porque uno busque información por fuera de la película (como, por ejemplo, las entrevistas a Steve Wozniak donde manifiesta lo inexacta y desacertada que resulta Jobs) sino porque en ningún momento el relato muestra esta “visión” de Steve Jobs. Y aquí está el más terrible error del film, junto a su extensión, que la hace un trayecto aburrido por una biografía indulgente y almibarada: si miramos la película nunca entenderemos ni la visión ni lo que Jobs representaba. En su lugar tenemos a una especie de Jesús informático, un profeta, un visionario que “ilumina” a jóvenes estudiantes y que tiene hábitos extraños porque, bueno, ¿qué genio no tiene hábitos extraños en las películas?
La cuestión con Jobs no es que sea real lo que haya sucedido, sino que sea verosímil o que, en caso de ser inverosímil, problematice sobre su figura o el fenómeno que implicó alguna de sus invenciones. En lugar de ello, la película de Joshua Michael Stern se queda intentando reproducir los “hits” (Apple, Apple II, Macintosh, neXT, Ipod) de la vida de Jobs desde la perspectiva del mismo personaje, que en Kutcher encuentra una actuación caricaturesca que sólo se limita a copiar gesticulaciones que ya vimos en una innumerable cantidad de fotos. Si a esto sumamos diálogos que parecen sacados de libros de autoayuda (pero esto es más culpa de la leyenda que se generó tras su muerte), tendremos un film olvidable que encuentra mayor autenticidad en los momentos sentimentales, sea o no cierto que sucedieron: la mejor secuencia es cuando, tras su renuncia de Apple, se dirige a su padre y recibe un abrazo. Así de simple. El resto es un pantano mesiánico con música grandilocuente.