Intensa - Mente

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

La odisea interior

“Intensa-Mente” es, podría decirse, una película para adultos, o al menos para jóvenes. Si anteriores creaciones de Pixar tenían guiños para padres acompañantes (enganchando al público cautivo del cine infantil, aquel que lleva a los chicos al cine), ésta convoca a los adultos jóvenes, aquellos que se criaron viendo películas de Pixar, a ir sin niños (algo que entendió la gente de Cinemark, al programar funciones noctunas subtituladas, con las voces originales); sin perjuicio de que, efectivamente, se pueda ir con los hijos: formalmente, aún sigue siendo un proyecto infantil.

Pero si en la segunda y tercera entrega de “Toy Story” el tema del fin de la infancia se convertía en el disparador de las aventuras de los juguetes, acá los simpáticos personajes protagónicos escenifican una serie de procesos de la psique de una niña, cuya manifestación exterior es el errático comportamiento de la preadolescencia en situaciones difíciles. Algo más significativo para quien pasó la etapa.

Geografía de la subjetividad

Empecemos con la teoría general: la psique se maneja desde un Cuartel General, donde operan cinco encarnaciones del temperamento: Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y Desagrado. La historia se centra en la mente de Riley, y vemos cómo en la estructura psíquica de la niñita opera cada uno: Alegría lidera la felicidad de la pequeña, Miedo y Desagrado las reacciones de protección ante el ambiente, Ira la respuesta ante las agresiones, y Tristeza... en principio no queda claro qué hace.

De todos los recuerdos, hay un grupo de centrales que activan distintas islas, facetas de la subjetividad: Familia, Honestidad, Amistad, Hockey sobre Hielo y así. Hasta que, en el tránsito de los 11 a los 12 años, los padres de Riley deciden la mudanza a San Francisco, lejos de sus amistades, de su deporte y de todo lo que conoce. La escuela nueva genera un recuerdo central triste, y en la pelea de Alegría por evitar sus consecuencias, ella, Tristeza y los recuerdos centrales salen catapultados a la tierra de Memoria de Largo Plazo.

Así, su odisea por volver al Cuartel General las hará cruzarse con distintos agentes y lugares de la psique de Riley: subconsciente, pensamiento abstracto, imaginación, sueños, y el gran abismo del olvido. Mientras las otras emociones se hacen cargo de pilotear a la muchachuela (con consecuencias ligeramente funestas), el periplo de las aparentemente antagónicas Alegría y Tristeza también interferirá en las emociones, y conocerán a un particular personaje (Bing Bong, no diremos más para no arruinar el placer) que tendrá su momento tan emotivo y lacrimógeno como la escena del horno en “Toy Story 3”.

La genialidad de la historia pensada por los también directores Pete Docter y Ronnie del Carmen (con guión desarrollado por Docter junto a Meg LeFauve y Josh Cooley) es plantear el correlato entre la pequeña tragedia de empezar a dejar atrás la niñez al mismo tiempo que el hogar natal (también en “Toy Story” las mudanzas eran claves) y la odisea de los simpáticos personajillos psíquicos: más clara representación de la odisea interior, imposible. “Yo no soy un hombre, soy un campo de batalla”, dijo Friedrich Nietzsche alguna vez; al menos para Riley, ella misma es un terreno de desafíos.

Desarrollo

La puesta en pantalla pone toda la carne en el asador, en lo que respecta a los recursos visuales de los que Pixar dispone, así que felicitemos también al titular de diseño de producción, Ralph Eggleston por liderar este proceso. El diseño de los personajes también juega con la duplicidad: si el mundo real tiene esa estética de “realidad estilizada” de la saga insignia de la empresa (la nombramos de nuevo: ¿no estaremos viendo las cosas como las hubiese visto Andy? A fin de cuentas, Docter coescribió en las dos), en las criaturas psíquicas se puede jugar: de la onda minion de los olvidadores al look de las emociones (Alegría parece de pana y pelo de hilo, mientras que Ira luce como un muñeco de esponja roja).

Además, se pueden reconocer elementos físicos de los actores que pusieron sus voces: Alegría es enérgica y flaquita como Amy Poehler, Tristeza es gordita como Phyllis Smith e Ira es macizo como Lewis Black; algo de Bill Hader hay en Miedo, igual que pasa con Mindy Kaling y Desagrado. Richard Kind (Bing Bong), Kaitlyn Dias (Riley) completan el elenco con los reconocidos Diane Lane (Mamá) y Kyle MacLachlan (Papá).

Si alguien quiere un happy ending, algo de eso hay, con sabor agridulce: finalmente conoceremos las funciones de Tristeza. Porque los procesos vitales no tienen vuelta atrás: como en toda odisea, aun en las interiores, el viaje nos convierte en algo diferente.

El dato

“I lava you”

La proyección de “Intensa-Mente”, como en otros casos, está acompañada por un cortometraje de Pixar. En este caso es “Lava”, de James Ford Murphy: una historia de amor entre dos volcanes del Océano Pacífico, relatada por una canción bien hawaiana con ukelele, cantada por Napua Greig y Kuana Torres Kahele. Un acierto desde lo visual, lo musical y el juego de palabras entre “love” (amor) y “lava”.