Instrucciones para flotar un muerto

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Jesi llega de Madrid. Aparentemente nadie está para recibirla. Se va a casa de sus amigos. Uno de ellos es Pablo, que después nos enteramos trabaja en un hospital de Córdoba. El que no está es Martin, amigo de los dos. No sabemos cómo fue la amistad pero la intuimos fuerte. Por ciertos recuerdos que aparecen, o cosas que se dicen sin decirlo. Martin se murió, pero, ¿cómo ocurrió?, ¿fue un accidente? Nada nos conduce a la verdad. 

La disconformidad surge en el rostro de Jesi, ¿algo que se rompió?, ¿algo que ocurrió en Madrid?, ¿qué pasó antes que ella se fuera y cómo es eso que Pablo dice ante el rostro contrariado de Jesi, "acá tampoco se consigue mucho"? La cámara divaga entre los objetos de la casa, por las habitaciones, siguiendo un rumbo que después cambia. Es una cámara subjetiva de la que surge un sentimiento de soledad y melancolía.

POETA SUICIDA

"Creo en fantasmas, vampiros, empleados que una mañana salieron volando de su casa", recita Jesi. Son palabras de un poeta, Andrés Caicedo, un colombiano que se suicidó muy joven. Estos muchachos, ella veintitantos, él más de 30 como el ausente, parecen haberlas compartido en algún momento y su decir habla de ese acercamiento. Sin embargo va a haber encontronazos, luego de una reunión con amigos que no termina tan bien porque parecen que ya no los une lo mismo. 

Filme de no decires y sombras que recorren una casa en la que habitó otro chico tan joven como ellos y que ahora parece no resignarse a abandonarla. Intentos de ellos, para dejarlo ir. La muerte es difícil de aceptar. 

"Instrucciones para flotar un muerto" es una película de tiempos lentos, de reflexiones mudas, de cosas que siempre permanecerán ocultas y que en algún momento como los fantasmas, los vampiros y el empleado anónimo saldrán volando por la ventana.