Inframundo: El despertar

Crítica de Julio Marengo - La Gaceta

Una explosiva colección de buenas peleas, tiros y el regreso de la heroína con el corazón roto

El regular es porque en esta cuarta entrega no pasa nada. Bueno, casi nada en lo que respecta a la historia: no hay en "Inframundo, el despertar" un avance trascendente en el relato de la eterna lucha entre los refinados vampiros y los vulgares hombres lobo, la parte tal vez más jugosa de las primeras películas de la saga.

Sin embargo, esta ausencia de relato no quita que los fanáticos del género puedan disfrutar de una explosiva colección de peleas y tiros y de una Kate Beckinsale bien ajustada en su catsuit, siempre con dos pistolas de recámara interminable y con los ojos encendidos. Además, un agregado: esta vez la oscura heroína explora su instinto materno y "humano", sobre todo cuando revela que su frialdad no se debe a que no tenga corazón, sino a que lo tiene roto. Sexy.

Selene (Beckinsale) se despierta luego de 12 años (estuvo congelada en un centro de experimentación oficial, capturada en la era de "la purga" orquestada por el Gobierno para eliminar a licántropos y vampiros). Quien consigue liberarla es su propia hija Eve (India Eisley), concebida en cautiverio gracias a artimañas de la ciencia. El padre de la criatura híbrida es el también híbrido Michael Corvin, quien aparece sólo al principio, aunque hacia el final hará sentir su presencia. Eve y otro personaje nuevo serán los encargados de darle carretel a esta historia que, por lo visto, está lejos de llegar a su fin. Se trata de David, interpretado por Theo James (suspiro de la platea que gusta de los hombres), hijo de una familia de vampiros conservadores, que lucha al lado de Selene.

Con menos de una hora y media de cine y con tan poca historia develada, dan ganas de quedarse en la sala a ver si en la función siguiente pasa algo al menos recordable. Habrá que esperar.