Inframundo: El despertar

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Acción y buenas imágenes pero nada de coherencia

La superacción y las imágenes psicodélicas de todo tipo no faltan en esta tercera parte de la saga de «Inframundo», pero el descontrol narrativo es total y, realmente, a esta altura es difícil preocuparse mucho por lo que pasa en la pantalla. Kate Beckinsale sigue tan en plena forma como para saltar por todos lados y asesinar a cualquiera que se le ponga enfrente, en este caso más seres humanos que licántropos, ya que de eso se trata justamente esta nueva película: la vampira Selene es capturada y mantenida en hibernación por más de una década, periodo durante el cual los humanos se dedican a exterminar tanto a vampiros como a licántropos.

Cuando la protagonista logra escapar de su estado de hibernación, corre detrás de imágenes extrañas que tienen que ver con una adolescente que dice llamarse «Sujeto 2» y que muy probablemente sea hija de la unión entre ella y el hombre lobo que se convirtió en su amante en el film anterior. Dado que los vampiros son ahora un puñado de seres enfrentándose al exterminio total, es de esperar que el escape de Selene y la aparición de la joven sirvan a la liberación de las criaturas de la noche.

El dúo de directores suecos Marlind y Stein, conocidos por el film de terror con Julianne Moore «Shelter» del 2010, parecen resueltos a aplicar una fórmula que podría sintetizarse como todo imagen y cero cerebro, ya que en medio de decorados alucinantes provistos de una fotografía excepcional se suceden todo tipo de situaciones incoherentes en las que, en algunos casos, participa un Stephen Rea con cara de no estar demasiado seguro de qué demonios está sucediendo. Algo que por momentos también se puede aplicar al espectador.