Infierno al volante

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Sin manos, sin frenos

Muchas películas son en 3D y el único "atractivo" que tienen es ese. Por eso, en las traducciones se le agrega ese "sufijo" molesto: así tenemos Piraña 3D, El avispón verde 3D, Sangriento San Valentín 3D (del mismo director que esta película). Pocas tienen desde su título original el 3D: es como si eso las hiciera viejas (digan lo que quieran: el 3D es una moda pasajera, por lo menos como lo conocemos ahora). Infierno al volante no esconde su carácter de antigüedad, de cine trash (o basura, para los oídos menos sensibles), de cine exploitation. Y eso la hace sincera y divertida. Suficiente para mí.
Milton (Nicolas Cage: más tarde nos ocuparemos de él) es un conductor desquiciado. El diablo en ruedas. Casi literal: el tipo salió del infierno para vengarse de unos satanistas. ¿Qué hicieron? No lo sabemos y ese es otro acierto de la película: no develar todo (por más simple que sea) desde el principio. El tipo anda con ropa de cuero, lentes oscuros y una actitud ruda. No desentona porque bueno, en Louisiana todos parecen personajes salidos de un cómic. No hablo de la vida real: de la película. El mundo donde se desarrolla está lleno de camioneros, rebeldes sin causa, cocineros sucios, rubias exuberantes (que parecen camiones), policías estúpidos. Todos los clichés del género. Dejan como algo sutil al almanaque de cualquier mecánico.
Amber Heard representa muy bien a la película: no es una chica natural, y como rara vez está sucia, tampoco da la sensación de que se haya metido en las escenas de acción. No importa: tiene su atractivo. También Nicolas Cage representa el alma del film. El actor que amamos odiar sobreactúa como nunca. Es como un Terminator del infierno (si hasta tiene una estética similar) perseguido por El contador (genial William Fitchner). En la sala, la sola presencia de Cage provoca al menos una sonrisa.
La película sabe y reconoce sus limitaciones. Es más una comedia de gore/acción que un thriller serio. Muchos la comparan con el díptico Planet Terror/Death Proof de Grindhouse (de Rodríguez y Tarantino). Si allí ambos homenajeaban al cine de bajo presupuesto de los '80, Infierno al volante no es un homenaje, sino el nuevo cine trash. Está bien: está hecha en tono paródico, pero yo creo que es una buena representante de lo que será considerado el cine clase B de la década del 2000 (aunque sea del 2011...). Ya saben: ese que en el momento de estreno todos critican, pero que después no pueden rechazar el placer (¿culposo?) que provoca volver a verla.