Infierno al volante

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Eterno espíritu adolescente

Autos deportivos vintage (de colección), chicas voluptuosas (si están desnudas, tanto mejor), sectas diabólicas capaces de sacrificar hasta bebés, patetismo pueblerino, una avalancha de efectos visuales con estética de cómic, violencia extrema y mucho gore (humor negrísimo y vísceras por doquier). Esa es la receta que propone Patrick Lussier (el mismo de Sangriento San Valentín 3D) para este simpático, delirante, muy menor y rápidamente olvidable producto clase Z sobre la venganza de un padre contra los asesinos de su familia, interpretado por el casi siempre insufrible (y ocasionalmente divertido) Nicolas Cage.

Si al lector le gustó el homenaje que propuso el díptico Grindhouse de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez, si disfruta de los excesos y los caprichos, si se banca los lugares comunes del cine explotation, este puede ser un entretenimiento pasatista y medianamente eficaz, a pesar´de que la cosa se vuelve un poco tortuosa durante la segunda mitad y aquí el 3D (más allá de algún obvio efectito) no agregue demasiado.

Mi formación cinéfila videoclubística en los años '80 incluyó mucho cine clase B y Z (desde el primer Sam Raimi y Peter Jackson hasta buena parte de la factoría Roger Corman) y, en ese plan nostálgico, me gustaron varios pasajes de la "grasada" de Infierno al volante, pero también es cierto que se trató de un disfrute efímero, algo culpógeno, porque más allá de cierto bienvenido desparpajo, Lussier quedó bastante lejos de conseguir una gran película.