Incendies

Crítica de Emiliano Román - A Sala Llena

Todo sobre mi madre

El notable último largometraje del cineasta canadiense Denis Villenueve (Polytechnique; Maelstrom), bastante desconocido por estas tierras, promete ser unos de los estrenos dramáticos más impactantes de esta temporada. Nominada al Oscar como mejor película en lengua extranjera, aborda la problemática de las guerras religiosas en Oriente Medio y los estragos que estas producen en las individualidades. Tiene una riqueza narrativa tal que, a medida que transcurren los minutos, se va transformando en un film demoledor que culmina dejándonos sin aliento y con pocos recursos para elaborar livianamente lo visto por más de dos horas.

El conflicto central parece sencillo, y hasta poco novedoso, pero el producto final está muy lejos de eso. Los gemelos Marwan, Jeanne (Mélissa Désormeaux-Polin) y Simon (Maxim Gaudette), presencian la lectura del testamento de su madre (Lubna Azabal) y ahí se enteran de que tienen un padre y un hermano, a quienes deben buscar en el lejano oriente para entregarles dos sobres y recién ahí poder sepultar el cuerpo de su madre para que ella pueda descansar en paz.

La historia es una impecable adaptación de la pieza teatral de Wajdi Mouawad. Los diferentes momentos del relato están separados en capítulos, que se titulan en rojo y están tan perfectamente concatenados que no implican, para nada, un quiebre en lo que se viene narrando. Rodada en Québec y Jordania, goza de un esplendida fotografía que retrata los escenarios naturales, a través de imponentes planos, donde estos hermanos, primero ella y luego él, van en busca de sus orígenes, no sólo para cumplir con el deseo materno, sino también para reconstruir su identidad y entender un poco más a esta madre fría que muere en la mudez absoluta.

Los primeros minutos son de altísimo nivel cinematográfico; imágenes de un orfanato de niños militarizados, y de fondo la oscura pero preciosa canción de Radiohead “You and Whose Army”. La melancólica voz de Tom Yorke nos anuncia que vamos a presenciar un film absolutamente emocional, donde nos sumergiremos en alguna dolorosa experiencia humana.

Ambientada en dos tiempos, presente y pasado, a través de los distintos flashbacks, vamos a recorrer el camino inverso del tiempo, que estos gemelos hacen hacia su propia prehistoria, y a ser testigos de aquellos acontecimientos que los antecedieron. En ningún momento se aclara en qué país del Oriente Medio estamos, solo sabemos que es una guerra feroz, entre cristianos y musulmanes, en los años setenta, colmada de ideales, fanatismos, pero también de traiciones y venganzas.

El trabajo interpretativo de Lubna Azabal (la madre) es simplemente brillante, ya que se pone en la piel de esta revolucionaria, en sus años jóvenes, y logra trasmitir con notable fidelidad la desesperación en la que termina envuelta. El papel de la hija también está muy logrado, a cargo de Mélissa Désormeaux-Polin, muchacha que nos conmueve ante cada revelación que va hallando. El personaje de Simon es el más flojo de los protagonistas; no está a la altura de su madre y hermana y su aparente frialdad y negación no terminan de convencer demasiado.

En algún que otro momento, el film nos remite a la maravillosa película francesa Ser Digno de Ser, en especial en una escena bastante impactante, que es el núcleo del conflicto en el largometraje galo. De todos modos, no hay que negar que, a veces, este rico guión se detiene, queda un poco estancado, y en la primera mitad se torna algo lento, no se sabe bien hacia dónde apunta el relato; pero en la segunda parte las piezas del rompecabezas comienzan a encajar, el enigma se empieza a develar y el asombro es tal que el cuerpo nos empieza a doler. El desenlace es abrumador, nos roba las palabras como si fuese el efecto de algo traumático, que no deja resto al lenguaje para tramitar ese real vivido y nos identifica, irremediablemente, con el mutismo de la protagonista.

Incendies es una obra intensa, inquietante, profunda, que aborda las vivencias más dolorosas de las que se puede llegar a tener conciencia, sin obscenidad, ni exhibicionismo, lejos de todo tipo de sensacionalismo y melodrama, pero generando una empatía emocional donde el espectador reconstruye la historia como si se tratase de un gran thriller de suspenso.