Igualita a mi

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Será tu astilla

La discoteca es el habitat natural de Freddy que baila frenéticamente en medio de chicos y chicas que podrían ser sus hijos. A los 41 años, ese Peter Pan porteño insiste con el discurso adolescente de la libertad incondicional y concurre a la peluquería cada martes para tapar las canas con una buena mano de tintura. Hasta que su vida cambia drásticamente.

Adrián Suar protagoniza Igualita a mí, junto a Florencia Bertotti, una pareja de feeling indiscutible frente a las cámaras. La anécdota de la película que dirige Diego Kaplan no pretende ser original. De hecho, en cuanto se instala el tema, queda planteado el techo del relato sobre la chica que busca a su padre a los 23 años y cuando lo encuentra, también ella está a punto de vivir un cambio trascendente como mujer.

Además de la química de los actores, potenciada por la fotografía de Félix Monti que embellece y compone cualquier rincón, Igualita a mí se desarrolla como una comedia convencional que apuesta a los diálogos y situaciones. Incluso cuando ciertas escenas recuerdan a algunas ya vistas en comedias hollywoodenses (como la escena del baile de Freddy en su departamento con la música a todo volumen), el guión de Juan Vera y Daniel Cúparo es un relojito y funciona muy bien.

El departamento del solterón se convierte en algo parecido a un hogar, y al hombre que padece de viejazo permanente no le queda más remedio que anclar. Lo asiste y rigorea su peluquera, el rol de Claudia Fontán en el que la actriz ofrece la faceta que mejor conoce, entre sexy y madura.

La película tiene mucho humor, surgido de esas situaciones cotidianas, con pizcas de viveza criolla. Hay chistes reconocibles que, en este nuevo contexto, vuelven a sonar ocurrentes. La vocación de Suar para jugar el ridículo roza, deliberadamente, el patetismo, aunque el tono nunca decae ni se pone sentencioso. Sorprende en este protagónico absoluto. Florencia Bertotti es Aylín, de El Bolsón, una chica provinciana, transparente, que sabe lo que busca. La actriz va creciendo en esta historia de jóvenes que adoptan a los adultos.

Igualita a mí, con el diseño de arte de Mercedes Alfonsín, ubica la acción en una porción de vida, sencilla y familiar donde los códigos generacionales se plantean amablemente. Existe un trasfondo interesante en cuanto a la paternidad negada o asumida, a la identidad que el paso del tiempo mejora o anquilosa, y al amor, que se elige un día, cuando comienza la verdadera historia.