Identidad secreta

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Una acción sin retorno

Taylor Lautner, milagro del cine adolescente, es Hathan Harper, quien busca su identidad en medio de grandes actores y muchas patadas.

Por acá, hay una película que divide su estructura en dos partes. Por un lado, el retrato de una familia, el campus universitario y un probable romance del protagonista con su vecinita que anda en conflicto con el novio. Más adelante, en la segunda mitad, se viene toda la acción, las artes marciales, las persecuciones, las corridas, los tiros y, como dice la traducción del título original, una trama que se vuelca a la búsqueda de resolver una identidad secreta.
Por allá, hay un director que hace 20 años hizo una película interesante (Los dueños de la calle) y que rápidamente se perdió en el mestizaje cultural que propone Hollywood. Singleton invoca a aquel título sobre negros de barrio sólo cuando aparece en plan altruista uno de los amigos del protagonista, dentro de escenas que repudiaría Malcolm X.
Por ahí, andan unos serbios muy malos, todos con caras poceadas y graníticas que parecen salidas de un film de espionaje con la KGB ridiculizada por la CIA.
Por acá, hay acción al por mayor donde el verosímil se cae a pedazos, pero esto poco debería importar en esta clase de películas donde la adrenalina se expande por todos lados.
Por allá, andan excelentes actores metidos en roles secundarios, conviviendo con la mediatización del cine para adolescentes que Hollywood recompone cada cinco años. María Bello, Alfred Molina, Jason Isaacs y Sigourney Weaver (¡sí, volvió Ripley de la saga Alien!), interpretando a una particular psicóloga, dejan algún que otro momento donde a la actuación cinematográfica se la disfruta con placer.
Por ahí, se ve a una joven enamorada del protagonista, una linda chica de cejas importantes, que construye un par de mohínes para transmitir su amor.
Por acá, y tal vez esto sea lo más importante, está Nathan Harper, interpretado por el exitoso Taylor Lautner, como se sabe, salido de la saga vampírica de Crepúsculo. Y es un problema que esté presente en las imágenes de toda la película, porque su labor actoral transmite similar intensidad e interés que la de un potus en estado terminal. Canchero, fachero, ultra deportista, Nathan pega patadas, llora, corre, se pregunta si esa pareja que lo protege serán en realidad sus padres, manifiesta cierta timidez en acercarse a la chica que desea, hace terapia y comienza a desentrañar su verdadero origen cuando descubre su rostro (con mayor carisma) navegando por Internet.
Una película que tendrá muchísimos espectadores seducidos por ese inexplicable milagro del cine para adolescentes llamado Taylor Lautner.