Huellas

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Si hay algo curioso en los estrenos de esta semana son los dos documentales abordados de manera conceptualmente opuesta: Observación íntima a través de la cámara en “Boxing Club” (2013), y narración pura y constante en ”Huellas”. Ambas tienen algo para ofrecer considerando la enorme diferencia de estilos.

Miguel Colombo anduvo haciéndose preguntas toda la vida respecto de la historia de uno de los hombres que más admira: su abuelo. El momento de responderlas llega con la cámara en mano. De a poco, más minuciosamente en el texto en off que en las imágenes, iremos enterándonos no sólo del escaso conocimiento que el director tiene sobre su árbol genealógico, sino también de sus inquietudes y su necesidad de explorar todo lo que pueda hasta que el mito o leyenda representada en la figura de su abuelo se entrone (y se redima), o se caiga de una vez por todas. En todo caso, “Huellas” se trata de eso. Buscar la verdad, encontrar lo que se pueda y seguir adelante.

El abismo de conocimiento sufrido por Miguel se basa fundamentalmente en la historia de su madre. Puntualmente en aquello que permanece en estado de secreto. La entrevista a su propia madre es casi televisiva. Como si él intentara no involucrarse para lograr un mejor compromiso a la hora de revelar información.

Los riesgos que se toman en esta realización son muy difíciles porque al tener un director de cine que además de filmar y editar debe actuar su propia circunstancia, o sea actuar de sí mismo, es muy posible perder el objetivo y caer en redundancia de imágenes y/o pérdida de naturalidad en el texto narrativo. Esto último, por momentos camina por la cornisa. Si se pierde la espontaneidad del relato en off, todo puede quedar absolutamente inorgánico e insoportablemente leído.

Por suerte “Huellas” casi no cae en ese estado y logra mantener el interés constante merced a una suerte de empatía natural que se percibe desde la dirección. Los viajes a Italia le agregan tintes de aventura para desentrañar el misterio. En este aspecto la obra funciona bien porque no cae en la redundancia y pasa rápido de una cosa a la otra.