Huellas

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Dos cineastas amigos presentan en conjunto este par de magníficos films documentales con un criterio de cine continuado. Un homenaje al cine de antaño que es en realidad una excusa para presentar con más fuerza estos trabajos modernos, pero también clásicos, abordando un deporte tradicional como el box y una historia que se remonta muy atrás en el tiempo.

Con Boxing Club Víctor Cruz regresa al documental luego de lograr una obra de ficción excepcional como El perseguidor. El mundo del pugilismo nacional es retratado de manera detallada y sigilosa, como si la cámara espiara inadvertidamente un ámbito poco conocido en sus aspectos más íntimos. Sin relatos, apuntes históricos o identificación de los actores, el film hace una semblanza de la trastienda de ese mundo mostrando situaciones precarias de varios de los involucrados, junto a mánagers, entrenadores y otros personajes típicos que se hacen ver fuera de toda pose. Con un gran trabajo de cámara, Boxing Club interesa aún a quienes son muy ajenos a este particular deporte.

Por su parte Huellas tiene un carácter completamente diferente, abordando la propia saga familiar del director Miguel Colombo, que va mucho más allá de cualquier historia parental habitual. En este caso con narración en off y el protagonista entrevistando a sus afectos funcionan como parte de una verdadera indagación detectivesca. Búsqueda que tiene que ver con su abuelo –especialmente-, su padre y otros integrantes de su casta, que lo llevarán a Italia y a un lejano e intrincado paraje del interior del país. Fascinante y sorprendente -se podría llevar adelante un film de ficción con esta historia-, se destaca además el aporte climático y expresivo de la música de Miguel Magud.