Hojas verdes de otoño

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

El nuevo film de la dupla Fabio Junco y Julio Midú, "Hojas verdes de otoño", es un sensible drama costumbrista con los ojos puestos en la niñez y un protagonista que llega al corazón.
La semana pasada con el estreno de "4x4" hablábamos de las duplas de directores cinematográficos evocando a Mariano Cohn y Gastón Duprat. Fabio Junco y Julio Midú podrían ser una antítesis de Cohn-Duprat. Tuvieron sus inicios como creadores y organizadores del mítico festival “Cine con vecinos” en la localidad de Saladillo, que proponía películas realizadas por los propios vecinos del lugar, con la asesoría técnica necesaria, y la posibilidad de que esta “gente de pueblo” pueda verse en la pantalla.
De esta etapa, se desprende una friolera de alrededor de 30 films, y podemos recordar la simpática y conquistadora "Flores de ruina". A mayor escala, realizaron para Disney local, "Hermanitos del fin mundo", también haciendo gala de una simpleza inusual para el cine de ese nivel.
Ahora regresan con "Hojas verdes de otoño", con una película que mezcla ambas experiencias; un drama pequeño, con tinta recargadas en el melodrama, pero una calidez enorme en su tratamiento que lo hace evitar el lugar común de los golpes bajos. Si hablamos de un estilo que los caracteriza, será el de la mirada sensible y humana en los pequeños momentos cotidianos.
Todo gira alrededor de Dante (Bautista Midú), un chico de 13 años que vive con sus padres y su hermano mayor David (Franco Midú, ambos hijos del director). Dante está en una etapa en la que debería vivir el traspaso de la infancia a la adolescencia. Sin embargo, pareciera que ya hace rato tuvo que pegar el salto a la adultez.
Su madre Carmen (Mimí Ardú) es ama de casa y atiende un vivero con poquísimas o nulas ganancias. Su padre, Luis (Marcelo Subiotto) es zapatero, pero casi no aporta en el hogar. Carga con una pesada adicción al alcohol que lo violenta, además de tener como amante a una vecina de ese barrio bonaerense alejado de la urbe. Carmen debe lucha para poder darle de comer a sus hijos; David carga sus propias frustraciones; y es Dante el que tiene que arreglárselas para poder tener algo similar a la vida de un chico y no terminar como esa sombra ambulante que es David.
Pasa mucho tiempo fuera de su hogar. Con su abuelo paterno enfrentado a su hijo (Osvaldo Santoro), con su abuela materna con serios desvaríos propios de la edad (Pochi Ducasse), y con otra vecina anciana que lo quiere como a un nieto propio ante la ausencia del hijo que emigró a Madrid (la legendaria Nélida Franco).
A Dante no le queda mucha perspectiva para vivir su etapa. Asumió las responsabilidades de ser “el hombre de la casa” que todavía no debería ser, producto de un padre ausente, y una madre completamente desbordada. Sin embargo, encuentra destellos de luz en los detalles. Melissa (Carolina Arbós) es una compañera de colegio que demuestra el mismo interés en Dante, que el de él en ella.
Sin embargo, por esa tradición de que debe ser el hombre el que corteja, y la inocencia que aún Dante carga, la cosa no se concreta. Entre ambos se vive un tierno romance juvenil de querer y no animarse. Midú y Junco plantean una propuesta que recuerda a menor escala a cierto cine italiano del neorrealismo más tradicional. Su historia y su estructura narrativa es ideal para el armado al que están acostumbrados ambos directores, manejarse con gente de pueblo, lugares reconocibles, y llevar historias cotidianas en frascos chicos y cálidos.
"Hojas verdes de otoño" maneja un punto intermedio. Mantiene ese corazón de cine “amateur” bien entendido, con actores no profesionales, y el barrio de pueblo como impronta; y lo rodea de un elenco caracterizado por actores de nombre y peso que hacen la diferencia. Mimí Ardú conmueve como esa madre sufrida.
Siempre que tiene oportunidad, Ardú demuestra ser una gran actriz que mereció más oportunidades protagónicas en la pantalla grande. Carmen es un personaje inmenso, es imposible no ponerse en lugar de esta mujer que sabe que no les está dando a sus hijos la vida que se merecen, pero que no le encuentra salida. Ardú la compone con todo su físico y su ser.
Marcelo Subiotto no cae en los lugares comunes del borracho tradicional. Es un padre y marido abandónico, pero que también carga con sus penas. El actor logra otra de sus interpretaciones más que correctas. Santoro, Ducasse, y Franco; con toda la ternura necesaria para esos personajes entrañables.
Quién logra ser una revelación es el pequeño Bautista Midú. Se carga la película al hombro, atraviesa varias escenas difíciles, y siempre lo hace de un modo muy convincente. Hojas verdes de otoño se sumerge profundo en el drama. Sn pocas las alegrías reales que atraviesa Dante, este triste espectador niño del gris mundo adulto sin recursos económicos.
Sin embargo, no da concesión a la lágrima barata (pese a remarcar un poco con la música incidental, lo usual), mantiene un tono cálido, sabe rodearse de pequeñas historias anecdóticas, para dibujar una sonrisa, y hacer ver que aún en lo más oscuro puede haber algo de color. Simple, directa, grisácea y a la vez esperanzadora, realista.
"Hojas verdes de otoño" es una propuesta que se define por sus trasparentes intenciones y esa posibilidad de funcionar como un espejo real para un sector de la sociedad al que muchas veces se lo deforma.